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El tamborilero de la resistencia

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Gloria Arias Nieto
23 de diciembre de 2025 - 05:23 a. m.
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El Ministerio de Salud de la Franja de Gaza (MoH) informó que 28 niños mueren cada día por desnutrición y falta de medicinas; y un reporte de Naciones Unidas señala que en tres meses, 1.857 palestinos fueron asesinados mientras buscaban comida.

Según cifras del MoH, de octubre del 2023 a octubre del 2025, los genocidas asesinaron en Gaza a más de 70.000 palestinos; 20.000 eran menores de edad y de ellos 5.000 tenían menos de cinco años. El 90 % de la población de la Franja ha sufrido uno o más desplazamientos. No son cifras: son tragedias humanas.

Más de 54.000 niños sufren de desnutrición. Israel ha violado los más elementales acuerdos internacionales sobre protección de la misión médica, y los prestadores de servicios de salud (trabajadores, centros médicos y hospitales) han sido blanco de la crueldad del invasor. Las ruinas físicas y humanas del sistema sanitario en la franja de Gaza hacen que para la Organización Mundial de la Salud (OMS) esta sea una de las peores tragedias no naturales que haya sufrido el sistema de salud en el mundo.

Al bombardear mezquitas, universidades, bibliotecas y escuelas, los secuaces de Netanyahu han pretendido acabar con la cultura, la tradición, la fe y el saber de los palestinos; al destruir hospitales quieren quitarles cualquier opción de curación; y al dejarlos sin agua ni alimentos, buscan extinguirlos. Maldad integral.

Según la Oficina Central de Estadísticas de Palestina, la invasión ha dejado 39.384 niñas y niños huérfanos, siendo ésta la peor crisis de orfandad de la historia moderna del mundo. Más de mil bebés menores de un año, y cerca de 5.000 abuelos han sido asesinados por los invasores.

Este año al único “Tamborilero” al que le encuentro sentido es el que le canta a Palestina y a “toda una vida resistiendo al terror -Ropo Pom Pom-Ropo Pom Pom…”

Distintas agencias como UNICEF, UNESCO y OMS coinciden en la gravedad del impacto de la guerra en el desarrollo emocional de los niños. Es un trauma psicológico severo que incluye tristeza profunda, retraimiento, miedo y agotamiento. La soledad y el desamparo se han convertido en los tutores de los huérfanos de la guerra, y en vez de triciclos, balones de caucho y pupitres de madera, los niños de Gaza viven y mueren su infancia en medio de la desnutrición orgánica y emocional. La invasión ordenada por el monstruo de Netanyahu ha sido ferozmente apoyada por grandes potencias a las que no les ha temblado ni la crueldad ni la billetera para respaldar el genocidio, y los demás hemos sido incapaces de apagar la marcha triunfal de la muerte.

Así es que no tengo voz para tutainas. No quiero ni puedo cerrar los ojos frente a los cuerpitos de Hind Rami, de 5 años; de Alma Yasser y Saif Abdul, de 1 año; de Muhammad Ayman, de 11; o de los 9 hermanos Najjar…

Y está el otro dolor, distinto y también profundo, frente a nuestra propia violencia vestida de amarillo azul y rojo; un roto en el corazón, que lleva implícita una alta dosis de exigencia, porque buena parte de la responsabilidad –tanto del conflicto armado como de la solución pacífica– está en nuestras manos, en nuestras entrañas y raíces. Más que una opción, cumplir el mandato por la paz es una obligación. Ante cada hombre, mujer o niño asesino o asesinado, tenemos el deber de hacer cuanto esté a nuestro alcance para que los territorios recuperen la tranquilidad y los fusiles se queden para siempre en algún baúl hundido en el fondo de la tierra.

Deseo que la Navidad nos encuentre con la puerta abierta a la reconciliación y que, en el 2026, la única fuerza necesaria para proteger la vida, sea la fuerza que nace de la paz, en ella y por ella.

Gracias por su lectura y compañía y nos volveremos a ver a mediados de enero.

Gloria.arias2404@gmail.com

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Chirri(rv2v4)Hace 2 horas
Gracias por tu bello saludo querida Gloria. Ven a mí, ven no tardes tanto, que te espero a pecho pelao y con el corazón endulzao.
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