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Diré hoy que estoy de “bodas de aluminio” con El Espectador, que publicó mi primera contribución como columnista frecuente a finales de septiembre de 2015. La columna fue “Peñalosa con un plan de gobierno sin presupuesto”. Al momento de escribirla, recuerdo haber pensado cómo sería su lectura tiempo después, dados los cambios de las circunstancias —incluyendo las nuevas experiencias del columnista, también su envejecimiento—. Y bueno, independientemente de la referencia al candidato, que al haber sido líder de una administración tan importante merece reconocimientos por su tarea en la difícil gestión pública, además de críticas, veo en la columna consistencia con puntos que hay que continuar defendiendo en el marco de las contiendas electorales democráticas: 1) la participación de los candidatos en los debates —al margen de cómo van en las encuestas— y 2) la exigencia de promesas realistas que tengan en cuenta las restricciones presupuestales, sin perjuicio de tener una visión esperanzadora del país, reconociendo los grandes desafíos sociales.
Sabemos mejor hoy que hace 10 años de la importancia democrática de los buenos debates y las respectivas evaluaciones ciudadanas de las propuestas, con el apoyo de organizaciones y medios de información serios. Son parte de los recursos para hacerle frente a la proliferación de la desinformación y del populismo, ambos con capacidad envolvente de cualquier corriente ideológica. Ha sido una década de aprendizajes preocupantes sobre la capacidad de manipulación a gran escala de las preferencias de los votantes, usando tecnología y conocimiento de los sesgos políticos de los electores. Y hemos visto con frustración que el discurso de la división se impone en muchos casos, sobre el de la unidad y el trabajo colectivo de la humanidad. El populismo encuentra refugio cómodo en los extremos políticos.
Acerca de lo presupuestal, esto será fundamental en las próximas elecciones presidenciales, en medio de la crisis fiscal que atraviesa Colombia, agravada por la pérdida de credibilidad en la ruta actual del Gobierno en materia de sostenibilidad de las finanzas públicas. Para puntualizar con la pizca desafiante que “deben” tener las columnas: quien hable de reducir impuestos incondicionalmente para solucionar el problema fiscal, miente. Y miente también quien diga que el gasto puede seguir aumentando sin nocivos efectos macroeconómicos.
Volviendo a la conmemoración personal, dice la inteligencia artificial de Google que “…el aluminio representa la tenacidad, flexibilidad y resistencia de una unión que ha superado una década de desafíos y momentos felices”. Nada mal. Es oportuno como precedente del inmenso agradecimiento que quiero expresarles a Fidel Cano, su equipo editorial y a los lectores de un medio comprometido con la rigurosidad periodística. Admiro la línea editorial de El Espectador: constructiva, democrática, de crítica respetuosa y que propicia la diversidad de ideas. He contado siempre con el privilegio, toda la libertad y el respeto para expresar y, permítanme decirlo así, exponer mis ideas. Sí, con las columnas va uno al ruedo sin burladeros.
Un agradecimiento especial a los amigos y mentores que leen los borradores en tiempo récord para darme sus sugerencias y comentarios enriquecedores. Me ayudan además a que las “metidas de pata” sean muchas menos que las que ocurrirían en un trabajo solitario; las que persisten son exclusivamente por mi terquedad. Gracias de corazón.
* Exviceministro técnico de Hacienda y Crédito Público. Profesor titular de Economía de la Universidad Javeriana.
