Esta será una semana clave para la política monetaria mundial. La Reserva Federal de los Estados Unidos tomará una decisión sobre la tasa de interés de sus fondos. Se tratará muy posiblemente de la primera reducción en un periodo de más de cuatro años, desde la disminución que adoptó en 2020 durante la pandemia. Los inversionistas han aumentado sus apuestas a que caerá 50 puntos básicos. La alternativa, en cualquier caso, es una tasa 25 puntos menor. Ya veremos.
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Recordemos que a partir de 2022 y durante el primer semestre de 2023 esa tasa aumentó de manera rápida y acentuada. La idea: detener los efectos de la inflación, ocasionados por las afectaciones a las cadenas de suministros, nuevos patrones de consumo y la guerra en Ucrania. Fuera de la discusión sobre la efectividad y pertinencia de aquellos incrementos, los impactos de la política fueron globales y con fuerte incidencia sobre economías pequeñas, abiertas y vulnerables a choques externos, siendo la colombiana una de ellas. Por cuenta de esto, es verdad que el Gobierno ha tenido que enfrentar mayores costos para financiar el endeudamiento —dejado en los techos luego de los muy altos déficits fiscales entre 2020 y 2022; la deuda neta del Gobierno Nacional Central saltó de 48,4 % del PIB en 2019 a 60,7 % en 2020—. Colombia perdió su grado de inversión en 2021.
Ha sido más costoso, por lo mismo, financiar el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos. Sin duda, elementos importantes para explicar la fuerte devaluación que inició en junio de 2022. El tipo de cambio se empezó a frenar luego en noviembre como consecuencia de una quirúrgica estabilización macroeconómica que debe continuar.
Estas razones superan las explicaciones reduccionistas enfocadas solamente a la incertidumbre política del país. Claro, sin desconocer que debe ser corregida. No ayudan para nada en el terreno económico los mensajes conflictivos y de polarización del Gobierno ni de algunas facciones de la oposición.
En todo caso, la reducción de tasas en los Estados Unidos puede marcar el inicio de condiciones internacionales más benevolentes para Colombia. Dará posibilidades para una gestión de la deuda (pública y privada) con créditos más baratos y el Banco de la República tendrá un mayor margen para reducir su tasa de interés de intervención. En lo que respecta a los desafíos: el precio del petróleo está en mínimos pospandemia y la economía mundial tiene problemas para acelerar su crecimiento, con motores como el de la economía china a media marcha.
Y sobre lo que el Gobierno sí puede controlar está evitar confusiones en el campo de la responsabilidad fiscal, pendiente el reto de ejecución del presupuesto público y cuando el mismo Gobierno ha pagado ya por el costo político del ajuste macroeconómico pospandemia. Mejor tener presente, además, que no ayudaron antes y no ayudarán ahora mensajes que desincentiven la obtención de divisas. Todos los sectores exportadores deben ser impulsados, incluyendo aquellos como el de hidrocarburos, del que el país aún depende.
Hay que aprovechar la política monetaria internacional más relajada, motivada por el objetivo de un aterrizaje suave de la economía norteamericana. Si allá el objetivo es el aterrizaje suave, que aquí sirva para la etapa de despegue.
* Exviceministro técnico de Hacienda y Crédito Público. Profesor titular de Economía de la Universidad Javeriana.