La sorpresa de un dólar relativamente barato en Colombia, incluso en medio de la crisis fiscal, se llama efecto Trump.
La semana pasada, la tasa de cambio en Colombia cerró en 3.974 pesos, 8,8 % por debajo del precio de hace seis meses. Sin embargo, en ese mismo periodo, que marca el arranque del nuevo gobierno de los Estados Unidos (Trump 2.0), el dólar perdió internacionalmente más de 10 % —esto en relación con una canasta de monedas de referencia (euro, yen, libra esterlina y otras)—. “El peor arranque en un año del dólar desde 1973”, como tituló Joe Rennison en un interesante artículo del New York Times.
Un factor importante del deterioro internacional del dólar es la menor demanda de bonos del tesoro de los Estados Unidos, resultado de la desconfianza en el manejo de la política económica norteamericana y, desde luego, en las letras del tesoro como títulos seguros. El primer punto para destacar en este sentido es la falta de claridad sobre la estrategia del manejo fiscal: ¿menos impuestos para corregir el déficit? De hecho, la oficina presupuestal del Congreso (Congressional Budget Office) pronostica que la nueva ley de impuestos y gastos podría aumentar el déficit fiscal de los Estados Unidos en 3,3 billones de dólares en la próxima década. El segundo punto son los aranceles y sus efectos inflacionarios.
En ambos casos, los mensajes del gobierno estadounidense han generado incertidumbre con alcance global. Se suma ciertamente la confusión en la política exterior, con múltiples conflictos que debilitan el comercio global. La idea de un gobierno Trump 2.0 “promercado” está desvanecida. Además, la posibilidad de que un dólar barato impulse las exportaciones norteamericanas ha perdido fuerza con las nuevas restricciones que en paralelo se imponen al comercio internacional.
En Colombia, ese dólar débil ha estado acompañado de una reducción del déficit de cuenta corriente, que inició en 2023 y que luego se mantuvo; pasó de 6 % del PIB en 2022 a 1,7 % en 2024, con aumento de las remesas y los ingresos por exportaciones de café y de otros productos no tradicionales. No puede desconocerse, además, que las tasas de interés, aún altas, han contribuido a limitar los flujos de capital hacia afuera y las respectivas presiones de una devaluación.
El panorama internacional y lo observado en la balanza de pagos de Colombia, con buenos precios internacionales en ciertos productos, resiliencia empresarial y, hasta ahora, afectaciones menores de la política arancelaria del presidente Trump, han logrado contener el efecto latente del mal desempeño fiscal en Colombia. Hay que mencionar también que los inversionistas confían en la fortaleza institucional y democrática del país, como lo han dicho varias calificadoras de riesgo.
No obstante, que haya contrapesos a la inestabilidad política no es parte de tranquilidad. La vulnerabilidad de Colombia a choques internacionales es alta, incluyendo las fricciones en las relaciones bilaterales con Estados Unidos. En el momento en que cambien los factores internacionales, se expondrá la mala ruta fiscal que está dejando el Gobierno: alto déficit, alta deuda, rezagos presupuestales, altos costos de financiamiento de la deuda y mayores inflexibilidades presupuestales por cuenta de los pagos de servicio a la deuda.
* Ex viceministro técnico de Hacienda y Crédito Público. Profesor titular de Economía de la Universidad Javeriana.