Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El centro político, entendido como alternativa a la polarización, tiene la oportunidad de construir una agenda pragmática para ocuparse de los problemas del país, sin caer en las disyuntivas absurdas del tipo “Estado” vs. sector privado o defensa de la soberanía vs. renuncia a la dignidad nacional, por mencionar un par de ejemplos vigentes en la retórica política.
Un desafío enorme: no solo es más fácil enarbolar las banderas de los extremos que gobernar bien o hacer una oposición sensata, sino que así cooperan los polos obteniendo mutuos retornos políticos. Si uno sube la voz, el otro la sube aún más. Se refuerzan. Y en la gritería quedan apagadas las voces de quienes buscan razonar con moderación. Terminan así damnificadas las políticas públicas alcanzadas con discusiones constructivas y acuerdos.
¿De qué sirve, por ejemplo, desvirtuar las luchas sociales reivindicativas de los excluidos asociándolas a los errores del actual Gobierno? Tan grave enfrentar los problemas sociales con discursos grandilocuentes, como ignorarlos o subestimarlos por animadversiones ideológicas.
¿De qué ha servido acaso la confrontación del Gobierno con el sector privado o entre el Gobierno y los alcaldes y los gobernadores que no simpatizan con el presidente o la ausencia de una diplomacia internacional concentrada en temas estratégicos de interés nacional? Muchas emociones, pocas soluciones.
Por eso, como punto de partida para atender las crisis de la seguridad, de la salud o la fiscal, que son ya bastante graves, tendrá primero que atenderse la crisis de liderazgo. El talante del próximo presidente de la República será fundamental.
En lo económico, tema frecuente de esta columna, la agenda del centro político tendrá que incluir asuntos difíciles: el manejo de la crisis fiscal, el tema coyuntural más serio, seguramente con un programa de ajuste además de un trámite consensuado de diferencias y consecuencias impopulares. Y de ninguna manera puede perder de vista un plan de desarrollo productivo para mejorar las oportunidades laborales y los ingresos salariales de todos los colombianos, con énfasis en los pobres. 16 millones de colombianos no alcanzan a contar hoy con 16 mil pesos al día para vivir y 6 millones de ellos no tienen 8 mil pesos al día para sobrevivir. La desigualdad social es además una de las peores del mundo.
Esto no configura solo una crisis económica, sino una social y de la democracia, que solo llegará a ser verdaderamente incluyente y participativa en lo político si lo es con el bienestar económico. Estas tareas no se solucionan con las propuestas propias de los extremos. Por ejemplo, dado que no hay inclusión social sin inclusión productiva, es esencial la articulación de las capacidades estatales y las privadas.
Al centro político buscan descalificarlo llamándolo “tibio”. Pero en realidad lo “tibio” es el fanatismo (“Apasionamiento y tenacidad excesivos en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas. Es sinónimo la intolerancia, la intransigencia y el extremismo”); es cómodo, fácil y luego inefectivo a la hora de solucionar los problemas de la gente.
Una vez más: el liderazgo del próximo presidente será fundamental para transitar hacia un país que avanza, respetando las diferencias y promoviendo la convivencia, el diálogo y el bienestar general. Que el centro político gane el respaldo ciudadano.
* Exviceministro técnico de Hacienda y Crédito Público. Profesor titular de Economía de la Universidad Javeriana.
