Algunos pensaron, al comenzar el gobierno Trump (2.0), que la idea de incrementar aranceles se trataba de un disparo al aire. Recordaban la baja intensidad de la “guerra comercial” en el primer periodo Trump (2017-2020) y subestimaron el uso de las órdenes ejecutivas por fuera del marco de acción del Congreso.
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Fui más pesimista. Dije en una de mis primeras participaciones en el programa radial de Primera Página que eran más probables los aumentos de los aranceles con eventuales desescaladas que un escenario en el que el presidente Trump no ejecutara sus amenazas, después de vencer de manera contundente al Partido Demócrata en las elecciones de 2024. Compartí las preocupaciones sobre los efectos inflacionarios de los aranceles y el obstáculo que la inflación generaría en la política monetaria de los Estados Unidos a la hora de pensar en mayores reducciones de las tasas de interés —algo que mantiene altos los costos del financiamiento de la deuda pública de Colombia, empeorados, por supuesto, por el alto déficit fiscal de nuestro país—.
Pasados seis meses desde los primeros anuncios dirigidos a Canadá, México y China, se confirma la insistencia del presidente Trump de usar los impuestos a las importaciones como recurso geopolítico de presión y para convencer a sus electores de que este es el camino para proteger la industria norteamericana. La tasa efectiva promedio de los aranceles pasó de cerca de 2 % a casi 9 %, niveles que no se veían desde la Segunda Guerra Mundial.
La efectividad de la política, sin embargo, sigue cuestionada. Geopolíticamente, la guerra comercial está fracturando el bloque de aliados. La Unión Europea está más dispuesta hoy a embarcarse en una respuesta de retaliación si se ratifica en unos días (primero de agosto) el arancel de 30 % a todas las exportaciones europeas que llegan a los Estados Unidos, aranceles que también aumentarían en el caso de productos provenientes de Canadá, México, Corea del Sur y Japón.
Por las medidas arancelarias, la inflación en los Estados Unidos repuntó en junio (2,7 % anual) y sigue por encima de la meta de inflación de la Reserva Federal (2 %). Además, la posibilidad de una recesión sigue siendo alta.
En el ámbito del apoyo popular, la más reciente encuesta de Politico muestra que uno de cada cuatro electores de Trump piensa que los aranceles están afectando las negociaciones comerciales de los Estados Unidos, así como el 25 % de quienes votaron por él cree que los aranceles a los productos chinos están haciendo daño a las empresas norteamericanas. Estos porcentajes suben a 86 y 70 %, respectivamente, cuando se encuestan personas que preferían a Kamala Harris. Los aranceles no están logrando el éxito popular previsto. En este momento, de hecho, se trata de uno de los factores de la división de la base de respaldo del presidente Trump.
Y no puede olvidarse tampoco la pérdida de confianza de las letras del tesoro de los Estados Unidos como títulos seguros, justo en medio de una situación fiscal compleja, a la que se suma una nueva ley de impuestos y gastos que incrementaría el déficit en 3,3 billones dólares la próxima década.
Parece, ciertamente, un disparo al pie y no uno al aire.
* Ex viceministro técnico de Hacienda y Crédito Público. Profesor titular de Economía de la Universidad Javeriana.