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Sin triunfalismos: desempleo estable, empleo débil

Gonzalo Hernández

04 de marzo de 2025 - 12:05 a. m.

Las cifras de empleo tienen dos caras. Por un lado, la tasa de desempleo de enero (11,6 %) fue, en efecto, menor que el desempleo de enero del año pasado (12,7 %). Poco sentido tiene la comparación con el diciembre anterior, como hicieron algunos medios, para elegir el titular de que la tasa de desempleo regresó a los dos dígitos. Enero contra enero es lo correcto, removiendo así características específicas del mercado laboral en cada mes del año. Y la tasa de desempleo de diciembre de 2024 también fue menor que la tasa de desempleo de diciembre de 2023.

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Hasta aquí resultados positivos. Desde la pandemia, la tendencia muestra caída de la tasa de desempleo, junto con incrementos de la tasa de ocupación y de la tasa global de participación. En enero de 2021, aún en momentos recios de esa crisis, la tasa de desempleo llegó a 17,6 %.

Ahora, el otro lado de la historia: tan inexistente es la catástrofe anticipada por los opositores al Gobierno como inexistentes son las razones para el triunfalismo presidencial. El país cumple varias décadas con tasas de desempleo cercanas al 10 %; mayor desempleo para las mujeres; informalidad superior al 50 % —en la ruralidad llega al 80 %—, y seguimos con 3 millones de desempleados. ¡Quibdó y Riohacha tienen tasas de desempleo superiores al 15 %! La reducción del desempleo es demasiado lenta, y el crecimiento del empleo es verdaderamente débil. La tasa de ocupación (56,7 %) es prácticamente igual a la de enero de 2019 (56,5 %) y todavía menor que la de 2017 (58,3 %).

No hay una estrategia de desarrollo productivo para generar empleo. Y esto va de la mano con la lectura sobre las cifras del PIB: bien que 2024 y 2025 sean mejores que 2023, pero tasas de crecimiento de 2 % (prácticamente 0 % en términos per cápita) nunca serán la solución para reducir el desempleo estructural.

Uno puede reconocer que los indicadores apuntan a que el ajuste pospandemia continúa —a paso lento—, pero no se trata de una panacea de desarrollo, mucho menos consecuencia de alguna estrategia de reactivación, como se lee en los trinos de algunos funcionarios de Gobierno. De hecho, si se hubieran ejecutado mejor las inversiones en obras públicas, si no se hubieran debilitado las relaciones público-privadas, si la inseguridad no fuera rampante y si se hubieran evitado innecesarias controversias, que alimentan la incertidumbre política, sí tendríamos razones para celebrar. Como dije en otra columna: oportunidades perdidas.

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En lo relacionado con la política macroeconómica, afortunadamente las medidas antiinflacionarias del Banco del República, que enfriaron la economía a través de los aumentos de las tasas de interés, no deterioraron sustancialmente el empleo. La política fiscal del Gobierno y la política monetaria del Banco de la República lograron un aterrizaje suave de la economía, corrigiendo desajustes originados durante la pandemia.

Fundamental que la coordinación se refuerce en un nuevo escenario. Para que el Banco de la República pueda reducir su tasa de interés de intervención a una mayor velocidad, el Gobierno tendrá que retomar una agenda seria de sostenibilidad fiscal. En 2024 el déficit fiscal llegó a casi 7 puntos del PIB. Esto no puede repetirse en 2025. El margen para la reactivación macroeconómica depende del compromiso fiscal.

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*Exviceministro técnico de Hacienda y Crédito Público. Profesor titular de Economía de la Universidad Javeriana.

@G_HernandezJi

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