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El triunfalismo del Gobierno con el crecimiento de la economía no tiene justificación. Las declaraciones del presidente Petro, en las que celebra los datos como consecuencia de un nuevo modelo productivo que deja atrás la economía extractivista dirigiéndose hacia una economía descarbonizada, recuerdan paradójicamente la grandilocuencia del presidente Duque cuando, después del colapso de la economía por cuenta de la pandemia y los confinamientos, dijo del segundo trimestre de 2021: “Se trató del trimestre de mayor crecimiento en lo que va corrido del siglo XXI en el país”; confundía convenientemente “rebote” con “reactivación”.
Sobre lo actual, la cifra del primer trimestre de 2025 muestra que el PIB creció 2,7 %. Sin duda, buen dato en medio de una estabilización macroeconómica que dejó tasas de crecimiento en 2023 y 2024 de 0,7 % y 1,6 % respectivamente, después de las altas tasas de 2022, que eran insostenibles al estar impulsadas por políticas monetarias y fiscales fuertemente expansivas.
Esas políticas, de hecho, dejaron una frágil situación fiscal y se sumaron a los factores internacionales que llevaron la inflación a más de 13 %. Hoy la inflación está cerca de 5 % debido a que varios de esos choques internacionales se disiparon y a la política de tasas de interés del Banco de la República.
En todo caso, 2,7 % de crecimiento es insuficiente para la creación dinámica de empleos formales y para reducir la pobreza de manera estructural. Y, hablando de triunfalismos, detrás de ese 2,7 % no hay ni política de reactivación ni de reindustrialización. Para poner un ejemplo: casi una tercera parte de la variación del PIB frente a 2024 está explicada por el sector agropecuario; los cultivos de café y la ganadería representaron cerca del 70 % del crecimiento de ese sector, que en ningún caso debe algo a una buena política pública de gobierno (¿cuál?), sino a favorables precios internacionales, mercados abiertos por los empresarios, buenas condiciones climáticas —que podrían verse afectadas próximamente por el fenómeno de La Niña— y a la disminución de los costos de los fertilizantes. Bien es sabido, además, que el Gobierno ni siquiera ha tenido una buena relación con los cafeteros.
Asimismo, cuando el presidente Petro habla de “una producción intensiva en mano de obra”, no menciona que el sector agregado de la construcción se contrajo en 3,5 %, en particular por la caída de 7 % en la construcción de edificaciones, que eclipsó el crecimiento de las obras civiles. Tampoco se refiere al pobre desempeño de la industria manufacturera, que solo creció 1,4 %. Estos son sectores claves para la generación de empleo con posibilidad de aumentar la productividad. No es cierto, entonces, por ningún lado, que el “decrecimiento” de Minas y Canteras (-5 %) esté acompañado de una diversificación productiva o un nuevo y mejor modelo económico.
Ni política de reactivación, ni de reindustrialización, ni diálogo constructivo con el sector empresarial. El gremio de la construcción, por ejemplo, en ausencia de canales de comunicación, decidió con frustración que mejor entregará sus propuestas al próximo Gobierno.
Lamentables los triunfalismos y el liderazgo de confrontación que de ninguna manera le hacen bien ni a la política, ni mucho menos a la economía del país que tiene tantos desafíos sociales por delante.
* Exviceministro técnico de Hacienda y Crédito Público. Profesor titular de Economía de la Universidad Javeriana.
