Aquí no pasa nada

Ha tenido lugar en el Congreso de la República el debate de moción de censura al ministro Molano, en este caso, por el reciente operativo militar en el Putumayo. Y digo en este caso, porque no es el primero: no es la primera vez que a un ministro de Defensa del Gobierno Duque se le señala de gravísimas violaciones de los derechos humanos.

Parece cierto, según afirmaciones de la parlamentaria Katherine Miranda, que contrario a lo que el ministro Molano ha afirmado, no murieron 11 personas sino 13. Es decir, ni siquiera en una materia tan delicada como el número de muertos causados por la acción de las Fuerzas Armadas el ministro ha dicho la verdad.

Pero no le va a pasar nada. Nada. No prosperará una moción de censura ni nada parecido. Las bancadas de parlamentarios que han respaldado al Gobierno durante estos casi 4 años se encargarán de que muy pronto al asunto se le eche tierra y se tape bien tapado.

Tampoco le va a pasar nada, por supuesto, al propio presidente Duque, que es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Ya terminando su mandato, es más intocable que nunca. Ya deje así, como dicen.

Niños asesinados en campamentos de la guerrilla, reclutados a la brava, brutalmente, también quedarán en el olvido. Decenas de muchachos y muchachas que fueron asesinados, desaparecidos, violados o mutilados en las protestas sociales, también quedaran sin justicia. Y sus familias sin el consuelo más elemental de que por lo menos el nombre de sus hijos e hijas quede limpio, libre de la mentira de que eran criminales.

Y no pasa nada. Ni ahora ni más adelante. Estos “Caínes sempiternos” no serán castigados. Es más, lo probable es que sean loados y admirados y sigan adelante en sus fulgurantes carreras políticas.

¿Qué es un muerto más o un muerto menos para ellos? ¿Qué es una familia más o menos, destrozada de dolor y de desesperanza?

Esta semana también han sido asesinados líderes sociales. Ve uno sus caras en los noticieros y siente como que ya sabían que los iban a matar. Que el Estado les iba a volver la espalda. Que estaban solos. Casi los ve uno sonreír un poco, con lástima, con resignación, con tristeza, como si ya estuviera escrito, como si fuera ineluctable que los mataran y ellos lo supieran.

Cuánto dolor y cuánta muerte y cuánta violencia y cuánta injusticia. Y no pasa nada.

¿Qué irá a hacer el presidente Duque cuando acabe su mandato? ¿Qué ira a hacer el ministro Molano? ¿Se imaginan ustedes el espléndido futuro que les espera? Pueden aspirar al cargo que les provoque. En el país o por fuera. Dejarán sus puestos llenos de brillo y de prestigio, y seguirán triunfando en esta vida.

Y todos calladitos. Sus amigos, sus copartidarios, los miles y miles que les deben favores y cargos y contratos. Todos aplaudiéndolos y encumbrándolos. ¡Qué grandes patriotas! ¡Qué grandes colombianos! ¡Cómo lo hicieron de bien!

Parece, además, que ya tienen todo arreglado en el próximo cuatrienio, en el próximo gobierno. Ya eso lo cocinaron bien. Nada les va a pasar. Nadie les va a pedir cuentas. Ya ellos saben cuál es el nuevo presidente, el que les conviene.

Y aquí no pasa nada.