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Esa canallada del “plan pistola” de los asesinos del Clan del Golfo, es repugnante. Se da un valor en plata, un premio monetario, por cada policía y soldado asesinado. Se tasa la vida humana en una suma en efectivo.
¿Cómo llegamos a esta degradación tan grande?
Además, ya ha sucedido antes, no es la primera vez. Esta vez vimos las imágenes en la televisión de unos sicarios que corren hacia unos agentes y los asesinan a tiros. Ahí delante de todos, delante de una cámara que estaba puesta allí, en la calle. Y se difundió por la televisión nacional. Uno de los casos, solamente. Son muchos más, en los pueblos, en las veredas, en las calles de las ciudades.
¿Cómo están las familias de los policías y soldados? ¿Qué explicación se les puede dar? Eso de que son “héroes de la patria” ya me sabe a micos. Estos son muchachos jovencitos ―hijos, hermanos, padres de niños chiquitos―, que los asesinos del narcotráfico mataron. Lo que en realidad son esos muchachos es “víctimas de la patria”. Por ser policías y soldados colombianos, perdieron la vida. ¿Quién los protege a ellos? ¿Qué Estado está pendiente de ellos? ¿Qué inteligencia militar está pendiente de ellos? O el alto mando militar y el gobierno de turno y todos nosotros como sociedad, ¿ya damos por hecho que pueden morir? Como ha pasado otras veces, como lo transmite vanamente la televisión nacional, ¿ya suponemos que puede pasar? ¿Qué cada tanto un número de policías y soldados va a morir?
Mientras los políticos hacen sus planes sibilinos, y los generales del ejército sus desfiles honoríficos, y nosotros en nuestras casas pasamos mejor al canal de deportes, ¿qué se les puede decir a las madres humildes que perdieron a otro de sus hijos, a las viudas, a los nuevos huérfanos de este país desgraciado e indolente? ¿Qué? ¿No dijo el Gobierno que dizque con la captura de Otoniel se acababa el Clan del Golfo? ¿O nos van a seguir cuenteando con lo de que se trata de “reductos” del grupo criminal? Unos asesinos organizados que en unos pocos días matan a decenas de policías y soldados, ¿son un reducto? ¿Es que creen que somos imbéciles?
Yo hubiera preferido, prefiero, hoy, que no se hubiera capturado a Otoniel. Eso hubiera traído menos violencia en contra, no sólo de la Policía y el Ejército, sino de los líderes sociales, los indígenas y los desmovilizados. Esos discursos de Iván Duque y de su ministro Molano, inflamados de vanidad, nos los hubiéramos podido evitar. Es que aquí, en Colombia, cada ademán impostado, cada simulación, cada mentira, cuestan decenas de vidas.
¿Cómo lidiar entonces con los asesinos del Clan del Golfo? ¿Con todos los asesinos? ¿Con todos estos narcotraficantes? ¡No lo sé!
Mentiras, sí lo sé. Hay que despenalizar la producción y el consumo de drogas. Es de bola-bola. Eso acabaría con las rentas del narcotráfico y con el poder inconmensurable de los carteles. Y se daría al consumo de drogas el tratamiento de un asunto de salubridad pública.
Pero como no se puede, no puede Colombia sola, hacerlo, ¿qué salida tenemos? ¿Cómo le va a hacer el nuevo gobierno? ¿Cómo someter a la justicia a unos criminales que se están forrando de plata todos los días?
No sé qué va a hacer Petro.
