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Si nos atenemos a lo que ha ocurrido en nuestro país los primeros días del año, las cosas pintan mal. Las señales —como las que antaño se usaban para predecir cómo iba a estar el clima, observando los primeros días de enero— son muy oscuras.
La violencia del narcotráfico en varios municipios del departamento de Arauca está golpeando brutalmente a la población civil. Los enfrentamientos entre las disidencias de las Farc y el Eln dejan decenas de muertos, desplazamientos y terror entre las comunidades. Y el asesinato de líderes comunitarios en otras regiones tampoco para. Sigue la violencia en Colombia, en el flamante comienzo del nuevo año. El Gobierno solo atina a hacer “consejos de seguridad”, poco más. La gente está indefensa, abandonada a su suerte.
El pandemónium de las celebraciones de fin de año dejó también decenas de muertos y miles de quemados con pólvora, muchos de ellos niños. Sus propios padres o cuidadores propiciaron que se quemaran, por estar borrachos o por indolentes. Además, en algunos casos no los llevaron con premura a los hospitales, prefirieron ocultarlos. Esto ya es inconcebible, de verdad, somos un país muy bárbaro.
Fiestas, verbenas y carnavales volvieron a aglomerar a la gente, en el momento en que la pandemia se ha revitalizado y vuelve con toda la fuerza. No se veía a casi nadie no ya observando el distanciamiento sino usando el puñetero tapabocas, como si la cosa no fuera con ellos, como si estuviéramos en Venus. Naturalmente, ya los servicios de urgencias y las unidades de cuidado intensivo están a punto de explotar.
Por último (de momento), el Gobierno sigue insistiendo en que vamos divinamente, en que la economía está creciendo al mayor ritmo observado en 100 años. Como lo ha señalado repetidamente Salomón Kalmanovitz en esta diario, eso no es verdad. Los índices altos sólo surgen si se compara el 2021 con el 2020, en el que hubo una enorme contracción, pero no con el 2019. Yo mismo lo dije en una columna anterior. En todo caso, se pueden valorar las cifras de desempleo y pobreza, que son incontrovertibles.
Los ricos siguen enriqueciéndose, los pobres siguen en la miseria. De verdad, somos muy bárbaros, ¿alguien puede pensar que con estos niveles de desigualdad podemos seguir mucho más tiempo? ¿O, como dicen los tecnócratas, que somos viables como país? Entre tanto, festival de puestos en la Contraloría, en la Fiscalía, en la Procuraduría, cuando el partido de gobierno había jurado ser inmune a la peste del clientelismo. Pura paja.
Mal, mal, esto pinta muy mal. Estos últimos meses de Duque serán los peores. Y el presidente, ufanándose de que capturó a Otoniel y golpeó definitivamente las estructuras del narcotráfico. Falso, eso no altera mayormente nada. Y ufanándose también de que incautó muchas toneladas de droga, cuando se sabe que la triste realidad es que eso sólo sube el precio de la cocaína, hace más atractivo el negocio y a la postre produce más violencia. Por eso hay que insistir, la salida a la violencia de las drogas es la despenalización.
En fin, mal empieza la semana para el que ahorcan el lunes, como decía mi mamá.
