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Chochó, Sucre

Gonzalo Mallarino Flórez

20 de agosto de 2022 - 12:00 a. m.

Carlos Ibáñez, Jesús David Díaz y José Carlos Arévalo, fueron asesinados en el corregimiento el Chochó, en el departamento de Sucre. Dos patrulleros acusan a un superior, al coronel Benjamín Núñez, de haberlos matado. Los patrulleros estaban presentes, miraron eso, a su superior actuar con vesania.

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Sostienen que los tres muchachos fueron detenidos, golpeados, torturados y después, asesinados por el coronel en el platón de una camioneta de la policía, de un disparo a cada uno, a quemarropa.

Alguien señaló a los tres muchachos de pertenecer al Clan del Golfo y de ser los autores de la muerte, unos días antes, del patrullero Diego Felipe Ruiz. Esos son los hechos que se han conocido a través de los medios de comunicación. El coronel se escapó, huyó, parece que salió por Panamá y ahora está en México. No estoy seguro.

Lo que sí es seguro es que los tres eran jovencitos. Colombianos jovencitos. Y ahora están muertos. Las mamás, las familias, partidas de dolor. Qué violencia asquerosa esta. Nada queda. Solo los cuatros muchachos asesinados. Los mismos patrulleros estarán en peligro, por hablar, por acusar. Seguro sus carreras en la policía se dañarán, se truncarán. Si es que no les pasa algo peor. Y el coronel acusado de ser un asesino, tendrá unos hijos y una esposa, que estarán también pasando por un infierno. Seguro, amenazados también, en grave peligro. Esos niños y niñas siempre serán los hijos de un asesino.

Unos colombianos matando a otros colombianos. Sin fin. Todos muchachos humildes, eso sí, gentes de poblaciones lejanas, de municipios casi nunca nombrados. Muchachos buenos, ahora faltan irreparablemente en sus casas. Al lado de sus hermanos y hermanas, al lado de los amigos con los que crecieron. Faltan. Está el hueco ahí en la mesa, en la cama, está el espacio que llenaron con su cuerpo y su voz. Ya no están. Unas gotas más en el río túmido de nuestra violencia. Muertos y muertos y muertos. Las lágrimas y los alaridos de Colombia.

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Apesadumbrado, uno levanta la vista, buscando una esperanza, una lucecita de esperanza. Millones de colombianos y de colombianas estamos pensando en este instante, que posibilidades de la sociedad como la Comisión de la Verdad, pueden darnos esperanza. Amén de las políticas de Estado que deben ponerse en marcha, claro está. Si la verdad llegara como una riada incontenible a todas las comarcas, tal vez no repetiríamos estas formas de violencia. Tal vez esa verdad nos haría más pacíficos. Más clementes. Más tolerantes. Más solidarios. Más amorosos, por qué no. Tal vez si las voces contenidas en las páginas de los informes de la Comisión de la Verdad, pudieran entrarnos por los poros, hasta el hueso, pudieran calarnos, tal vez nunca más serían asesinados los jóvenes de nuestra tierra.

Y pensar que hay un partido político que buscan desvirtuar, deslegitimar a la Comisión de la Verdad. Quieren convertirla en una confrontación, en una puja, en una estrategia para conseguir adeptos y ganar elecciones. Hay políticos colombianos empeñados en que no haya esa lucecita de esperanza. Quisieran borrarnos la memoria, para seguir timándonos. Mientras siguen cayendo sin vida los jóvenes, con otro tiro de gracia.

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
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