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¿Cómo llevar paz?

Gonzalo Mallarino Flórez

09 de julio de 2022 - 12:00 a. m.

Señalaba un lector de esta columna, con toda la razón, que era necesario tener cuidado cuando se hablaba de los cultivadores de coca en Colombia. Yo los asimilé, torpemente, a los criminales que la procesan y la trafican.

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Está muy claro que miles de campesinos cultivan la coca porque no tienen otra salida. Viven magramente además, no es que estén enriquecidos con las rentas del narcotráfico.

Los lectores me perdonarán el “sirirí” de la droga al que me refiero casi columna de por medio, pero se me ha vuelto una obsesión. Es que es imperativo que paren los asesinatos de campesinos, indígenas, líderes y desmovilizados. Ese es el mayor problema de Colombia. Y es la violencia del narcotráfico la que explica primordialmente sus muertes.

Sé que si el próximo gobierno implementa con fuerza el Acuerdo de Paz, si el Estado va a los territorios con una inversión robusta en todos los frentes productivos y sociales, las cosas pueden mejorar un poco. Pero el veneno del narcotráfico seguirá allí y su violencia seguirá en mayor o menor medida, poniendo en entredicho el éxito de cualquier acción del Estado.

Los productores y traficantes de cocaína son el inmenso problema de Colombia.

Nada se puede echar a andar como proyecto de Estado y de nación, sin solucionar eso. Pasan y pasan las décadas y es evidente que nada se puede hacer contra esas mafias y esos carteles. Cada día son más poderosos y sus manos deformes llegan a todas partes, en la economía, en la sociedad, en la política, en todos los órdenes de la vida nacional.

Hay que encontrar una manera de tolerar la siembra de coca y la producción de cocaína en Colombia.

No sigamos otro año más persiguiendo la producción y el consumo de cocaína. Como no es posible despenalizarlos, hay que encontrar una manera de que el Estado controle la producción y los mercados.

¡Pero no sé cómo!

Pero hay que hacerlo. Tal vez se puede comprar la hoja de coca al cultivador y poco a poco llevarlo a sustituir el cultivo de uso ilícito por otro. Y que el Estado le garantice los insumos y el crédito y la compra de la nueva cosecha. Y habría que comprarle la cocaína al productor, o algo equivalente a eso. Hacer económicamente inviable la actividad del traficante, del criminal, del cartel. Y darle al consumo el carácter que tiene, el de un problema de salubridad pública. Como el trago y el cigarrillo. Declaremos una emergencia sanitaria de droga, como la del coronavirus. ¡Ya mismo!

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¿Esto que digo tiene alguna lógica o es una imbecilidad?

No lo sé, pero tal vez logremos mostrar un camino nuevo de cómo lidiar con esta plaga. Tal vez encontremos un modelo que no le saque ampolla a los puritanos y a los maniqueos de la moral y el pecado. Tal vez si somos los mayores productores de cocaína del mundo, podamos ser también los que le dieron al mundo una salida. Una salida que, invariablemente, va a dar en la legalización y la despenalización, ya se sabe.

Pero, entre tanto, tal vez pare la violencia en Colombia.

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
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