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Concentración de la riqueza

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Gonzalo Mallarino Flórez
21 de enero de 2023 - 05:01 a. m.
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En estos días revelaron los medios de noticias que el 1 % de la población del mundo es dueña de casi el 50 % de la riqueza total del planeta.

Y que durante la pandemia del COVID esa concentración se había exacerbado. Es decir, en períodos de sufrimiento y angustia extendidos, los poderosos se hacen aún más ricos. Y los débiles se debilitan aún más, se empobrecen y se marginan aún más.

Como resultado, miles y miles de niños mueren de hambre y de enfermedades que podrían prevenirse o curarse. Y no pocos aquí mismo en Colombia. De todas las formas de la inclemencia humana, esta es en verdad la más vergonzosa, la más punzante. Y esta es solo una de las consecuencias de la pobreza, que aumenta en todo el mundo año a año.

Lo más angustiante es que todo esto parece irreversible. Por lo menos por ahora. No hay sistema político, económico o jurídico que pueda moderar o controlar los enormes privilegios y ventajas de los poderosos. Parece que poco a poco irán tomando más y más. Irán haciéndose dueños de toda la riqueza financiera, de todos los medios de producción, de todos los recursos naturales, de todo el desarrollo tecnológico y científico, de todas las comunicaciones y la información.

Y salvo contados casos, al lado de su voracidad está su frialdad moral y humana, su desprecio por los demás, su indolencia delante del padecimiento de los otros. Es como si los poderosos, los más ricos, solo pensaran en su balance a fin de mes. En su riqueza. No tienen cabeza para nada más. Solo su saldo a fin de mes. ¿Cuánto ganamos? ¿Cuánto más ganamos, cuánto ganaron mis acciones, mis cuotas sociales? Es lo único que importa. ¿Cuánto valen ahora mis activos y mis inversiones? ¿Ya estoy en la lista de la revista Forbes?

Y esto no es de colores políticos y de ideologías, que es la forma favorita y expedita de los ricos y poderosos, siempre tan reaccionarios, de descalificar cualquier discusión que bordee el talante moral y el sentido humanístico de la vida. Con cuánta frecuencia dicen cosas como: ese es un comunista, ese es un sedicioso, ese es de izquierda, ese es un anarquista, ese es peligroso. Y afirman que los pobres se merecen su destino, por perezosos y faltos de iniciativa.

No, esto no es acerca de ideologías chimbas y desuetas. Esto es simplemente acerca del hecho de que mientras unos pocos se enriquecen hasta la demencia, millones de niños se mueren de hambre. Punto.

Otra cosa que parece invariable es que los poderosos y los más ricos no miran, se tapan los ojos, se anestesian. No quieren, es un rasgo de su carácter, ver con realismo lo que se viene: el desastre ecológico, el final del agua, de los frutos de la tierra, de las especies, del aire para limpiar los bronquios y los alvéolos. Es cosa de un par de milenios. Y chao, se acabó esto.

Los mayores culpables del decaimiento del ser humano y de su ulterior desaparición del planeta, son, desde el principio, desde hace milenios, los más ricos y los poderosos. Fueron ellos los que tomaron las grandes decisiones.

Gonzalo Mallarino Flórez

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
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