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Si el nivel de una actividad determinada cae de 10 a 5, perdí el 50%. Si en el siguiente período subo a 7,5 crecí el 50%. ¡Ojo con eso! Un crecimiento de esa magnitud, aparentemente tan elevado, sería engañoso porque aún sigo por debajo de lo que tenía antes: no he recuperado lo que perdí inicialmente.
Me invade la duda sobre si, cuando el DANE presenta las cifras del comportamiento de índices como el PIB, las ventas del comercio, el crecimiento de la producción, etc., esto puede estar pasando. Sobre todo porque el Gobierno no tarda en presentarlas como proezas de su gestión.
Y es que las menores variaciones significan mucho. Significan, por ejemplo, la diferencia para miles de familias, entre comer una vez al día, o dos, o tres. Nada menos.
Tal vez por eso el desempleo no cede significativamente y hay millones de colombianos en la pobreza y la necesidad. Después de todo somos un país con más de 20 millones de personas pobres. Y según se ha afirmado, uno de los más injustos e inequitativos del mundo (el famoso índice GINI, que, ese sí, poco se publicita). Pero además, nadie tiene las cifras nuestras en materia de violación a niñas y mujeres, de desplazamientos forzados, y de asesinatos de campesinos, indígenas, líderes de tierras, defensores de derechos humanos y desmovilizados en proceso de reincorporación. Eso para mencionar solo esos 3 apartados, tan reveladores de nuestra verdadera fisonomía.
En el próximo Día sin IVA vamos a vender más de $6 billones, han dicho, palabras más o menos, la Ministra de Comercio, el Ministro de Hacienda y el Director de Fenalco. Pregunto, ¿quiénes “vamos a vender $6 billones”? ¿Los grandes almacenes? ¿Los grandes importadores? ¿El capital financiero internacional? ¿Quiénes?
¿O se van a recuperar miles de pequeños negocios que se perdieron, miles de pequeñas fábricas que se tuvieron que cerrar, miles de puestos de trabajo de mujeres y jóvenes?
Seguramente esas jornadas del Día sin IVA traen cosas positivas, mueven la economía, enriquecen aún más a los bancos y cuadran las cifras del Gobierno por un tiempo, pero ¿disminuyen la pobreza y la miseria? ¿Alivian el hambre y la desprotección de millones de colombianos? ¿Representan crecimiento económico y bienestar sostenibles? ¿O solo evacúan los inventarios de los grandes comercializadores?
Habría que ser claro en eso, antes de ponernos a todos, como burritos al matadero, a ir a hacer colas a los centros comerciales. Ya enajenados, obsesionados, decididos a comprar con la tarjeta de crédito cosas que tal vez no necesitamos. Sí, nos darán una felicidad ilusoria, una sensación de confort, pero hay que pagarlas con el sudor de la frente y con muchos intereses y angustias.
¿Ya dejaron de morirse decenas de chiquitos de hambre en La Guajira? ¿Ya está listo el nuevo hospital de Providencia? ¿Ya recuperamos los cultivos y los animales y las carreteras que este invierno destruyó? ¿Ya estamos, de veras, a salvo de la pandemia? ¿Ya no nos vamos a contagiar y a morir más?
¿O seguiremos dando cifras alegres y viajando a lugares remotos como Israel y empecinados en la “economía naranja”?
