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Del eterno femenino

Gonzalo Mallarino Flórez

30 de abril de 2021 - 08:59 p. m.

Estoy mirando por milésima vez un video de María Callas cantando Casta Diva, de la ópera Norma de Vincenzo Bellini. Es de hace muchos años, no es nuevo ni nada de eso, ni especialmente bien grabado, pero lo adoro, la adoro a ella. La oigo una y otra vez, con los ojos llenos de lágrimas.

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Y solo hoy, para escribir, se me ha ocurrido mirar de cuándo es, ¿cuándo se hizo esta grabación? Años y años oyéndola, ¿de cuándo es? Bueno, los lectores tendrán que creerme esto que me acaba de pasar, aquí leo que esta grabación se hizo en el Palais Garnier ¡el 19 de diciembre de 1958! ¡El día en que yo nací!

No lo sabía, no lo pude imaginar nunca. Tal vez por eso la conexión tan rara con eso, con esa aria y con esa mujer, ¡Sí!

Las voces femeninas me hacen temblar, las voces masculinas, salvo un par de excepciones, menos. Las voces femeninas son más hondas, más telúricas, mucho más sensitivas y cromáticas que las de los hombres. Siempre me ha parecido así. No sé por qué. Como si yo fuera prisionero del arquetipo del Eterno Femenino. A lo mejor es así, de repente idealizo las manos, el brillo de la piel, los blancos cuellos, las bocas perfumadas, los cabellos que hace volar el viento. A lo mejor. Como en el siglo XIX. Pero en verdad, cantar ha de ser un arte femenino.

Y ahora pienso, me detengo a pensar, qué otras mujeres y qué otros instantes he querido como a María Callas. Bueno, para empezar, otra de brazos tan delgados, de huesos tan livianos y delicados, un pequeño pájaro que parece que se llevaría la brisa, Edith Piaf, sí, Edith Piaf cantando Non, Je Ne Regrette Rien. Qué inmensa fuerza la de las mujeres que parecen débiles, cómo puede esta mujer hacer que tiemblen las hojas y se resquebrajen las gotas de luz de las lámparas.

Y Amalia Rodrigues. ¿Quién concibió la tristeza y la melancolía así? ¿Quién? Amalia cantando Estrahnha Forma de Vida. Solo veo los labios y el mentón y ya la amo. Así que cuando nace el río de la voz me quedo paralizado. De amor y de melancolía. ¿Cómo se puede estar tan triste como en el fado?

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Y Chabela Vargas cantando Paloma Negra. Ya me canso de esperar y no amanece…, tengo miedo de buscarte y de encontrarte…, pero mis ojos se mueren sin mirar tus ojos…, todo esto dicho de mujer a mujer, de dolor a dolor. Con un estremecimiento fatal y sensual que solo da México.

En fin. Celia Cruz, Ella Fitzgerald…, tan en el centro del corazón. Y no hemos hablado de Colombia. No sé si hemos dado una mujer y una voz del vuelo de las que hemos mencionado. No lo sé. Pero si ustedes quieren ver, aunque sea por un instante, un momento imborrable de la música colombiana, ¡atérrense!, busquen la versión que grabó Marbelle de No Renunciaré, la canción de Alci Acosta. Y me dicen.

Y termino con algo muy personal. Bueno, como si todo lo anterior no lo fuera. Termino con María Mallarino, mi hija, cantando Andaluces de Jaén, la canción que hizo el inmortal Paco Ibáñez sobre el texto de Miguel Hernández. María, hija de mis huesos y de mi corazón. El Eterno Femenino...

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
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