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El papelito

Gonzalo Mallarino Flórez

31 de octubre de 2023 - 09:05 p. m.

El domingo voté y los jurados me entregaron el papelito, el Certificado Electoral. Voté en el Liceo Francés, en la calle 87, aquí en Bogotá. Me devolví a pata para la casa. Pensando y mirando el papelito.

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Pensé que he votado, que he ejercido el derecho al voto para decirlo con solemnidad, durante casi medio siglo. Y nunca me ha pasado nada. Nadie me ha empujado, o gritado, o amenazado, o golpeado con la culata de un fusil. Siempre he votado por el que me da la gana. Y siempre he visto a la gente, allí donde he votado, en Bogotá como digo, tranquila, en orden, incluso festiva, incuso vibrante, pero en paz.

Hace casi medio siglo.

El domingo había una cola larguísima, desde la esquina de la carrera Séptima y más, volteando hacia el norte. Mucha gente votando. Sin embargo, en menos de 10 minutos entré al recinto y otros 10 minutos después, ya había votado. Y salí y me vine para la casa. Y seguí mirando el papelito.

Pensé que lo daba, que lo dábamos por hecho, al papelito. Como si estuviera garantizado, como si fuera lo más corriente del mundo. Pero en Venezuela no se puede votar libremente, por ejemplo, y es aquí cerquita. En Nicaragua tampoco. En Cuba tampoco. En la China, en Rusia… ¿Cuántos países hay en el mundo donde no se puede votar libremente?

Los colombianos y colombianas hemos tenido que hacer un esfuerzo de dos siglos para construir la civilidad necesaria para que usted, yo, él, ella, pudiéramos votar con libertad, por ejemplo, durante el medio siglo al que hago referencia. Es que se dice rápido. Y no está tan garantizado, no es tan sencillo. Algunas personas muy poderosas y algunos políticos muy siniestros son una amenaza latente, larvada, constante. No quieren que usted, yo, él, ella, votemos libremente. Preferirían que no. Sienten que podrían manejar la riqueza nacional, la sociedad, el país, las instituciones, con el dedo meñique de la mano, en lugar de someterse a procesos electorales y esas pendejadas.

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Entonces el papelito tiene mucho valor. Cobra mucho valor.

Además, representa el hecho de que muchas personas tuvieron que dar la vida para que fraguara el espíritu de la Independencia y naciera la civilidad. Porque esos dos elementos van juntos. Muchos tuvieron que morir para que yo pudiera devolverme caminando, completamente tranquilo, mirando el papelito. Y hay algo emocionante en eso, solemne, sí, trascendental.

Claro que el sistema electoral nuestro tiene muchas llagas, muchas úlceras. Claro que es corrupto en una cierta medida, claro que no todo el mundo puede votar libremente en su municipio. ¡Claro que no! Claro que hay violencia y degradación y falacias y engaños. ¡Claro que los hay! Pero solo en una medida, en un porcentaje, no todo, ¡no la mayoría!

En estos casi 50 años en los que he votado, los resultados de las elecciones se han respetado. Y ha habido alternancia del poder. En medio de la sociedad tan violenta que somos, eso lo hemos hecho más o menos bien.

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Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
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