Publicidad

El presente exacerbado

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Gonzalo Mallarino Flórez
08 de mayo de 2021 - 04:04 p. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

No tengo el don de la fe.

Saber que lo que me espera al final de la vida es la extinción, me da tranquilidad. No tengo que morirme y seguir esperando. O recelando. Respiraré hasta que pueda, hasta la última gota de aire que me toque, y eso será todo.

Ha sido una transe personal, gradual, ocurrido durante muchos años. Al que contribuyen sin duda los hechos que constata la ciencia. Un universo visible que existe hace 13.700 millones de años y una noción del tiempo que lo hace infinito, sin comienzo ni final. No parece posible, según entiendo, la idea de un dios creador.

Solamente pensar que la Tierra gira sobre su eje a más de 1.600 kilómetros por hora. Y gira alrededor del Sol a más de 100.000 kilómetros por hora. Y el Sol y todos los planetas que lo orbitamos, alrededor del centro de la galaxia a casi 800.000 kilómetros por hora. Y ni nos damos cuenta. Somos tan menores, tan pequeños. Somos ínfimos. No somos nada comparados con las magnitudes del cosmos. Es como una bacteria en medio de un parque, qué se va a dar cuenta si de repente el parque empieza a levitar y se va volando. La bacteria seguirá ocupada en su mundo de filamentos y de fango.

Nuestras vidas, nuestro tiempo, parecerían insignificantes. En los próximos milenios nos destruiremos y desapareceremos y nadie sabrá de nosotros. El tiempo de la especie humana en la tierra es un segundo cósmico. No es nada. Un chasquear de los dedos. Y todo habrá sucedido tan rápido, tan en un relampagueo, que nadie nos va a ver, nadie nos va a notar. Estamos perfectamente solos. En términos prácticos, el cosmos es frío, agresivo, y no hay nadie allá afuera.

Así que, según lo veo yo, no hay dios y estamos solos en el Universo.

Librados a nosotros mismos. Librados a nuestra maldad. A nuestra fatuidad. A nuestra vesania y nuestra inclemencia con los otros. Pero también a nuestro heroísmo y nuestra bonhomía. El único tiempo que hay es este, este presente. Por eso yo no gastaría un peso en la exploración del espacio, ni uno, dedicaría toda la energía humana a lograr que el capítulo de nuestra especie sobre la Tierra sea digno. Y en Colombia, dedicaría el trabajo de los días a impedir una muerte más. De hambre, de frío, de enfermedad, de codicia, de odio. A impedir un muchacho más asesinado, una niña más abusada, una mujer más sometida y adolorida, un niño más con las pestañas bañadas de polvo y de llanto. Eso haría. Como si todo el tiempo cósmico fuera Colombia. En un único tiempo presente dilatado y exacerbado y obsesionante.

Las obras de los Hombres… En uno de sus hondos y amargos silogismos decía E.M. Cioran: “Pueblo auténticamente elegido, los gitanos no son responsables de ningún acontecimiento, de ninguna institución. Han triunfado sobre el mundo por su voluntad de no fundar nada en él”.

Pues, sí…, a pesar de El Quijote, de las Suites para el Chelo de Bach, de los Nenúfares de Claude Monet, de la poesía de don Jorge Manrique, hay días en que uno piensa que el planeta estaría bien sin nosotros.

Solo el agua que corre limpia y los animales paciendo.

Gonzalo Mallarino Flórez

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
Conoce más

 

Adalberto(12409)09 de mayo de 2021 - 03:27 p. m.
Si tan solo pusiéramos un granito en ayuda de la paz y la vida, mereceríamos tener ese segundo de nuestra existencia. Excelente artículo.
Carlos(33105)09 de mayo de 2021 - 03:09 p. m.
La verdadera plaga de este sufrido planeta no el covid, es el ser humano, mediocre mamífero, creyente en su mayoría de que su existencia se debe a un extraterrestre, esa falacia llamada dios, pensamiento primitivo que espero algún sea erradicado de estas obtusas mentes. Podríamos comenzar por decir la verdad a los infantes, que venimos del polvo de las estrellas, no más el cuentito de Adán y Eva.
Rafael(c3wml)09 de mayo de 2021 - 03:09 a. m.
Allá afuera, Mallarino, el universo debe pulular de entidades que, superando nuestra elemental intuición, se convertirán en probabilidades, tan solo con que se tenga noción de ellas. El cosmos pareciera estar configurado para la contención de la vida y para ser alguna vez observado. Bioneuroemoción y física cuántica, nos reservan sorpresas. Arq. Rafael Chavarro
Rafael(c3wml)09 de mayo de 2021 - 02:52 a. m.
La posibilidad del dios creador. Una idea tentadora.Un concepto sujeto a demasiados avatares. Una interpretación remota para nos, con una racionalidad apenas estrenada y frente a magnitudes cognitivas inalcanzables y colosales. Todas nuestras actuales conclusiones carecen de fundamento. Arq. Rafael Chavarro
María(60274)09 de mayo de 2021 - 01:49 a. m.
¡Excelente columna!
  • María(60274)09 de mayo de 2021 - 05:12 a. m.
    Yo también creo que el planeta, los animales, paisajes y plantas, estarían mucho mejor sin nosotros. Creo que todos ellos merecen conocer la felicidad.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.