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Entre dos aguas

Gonzalo Mallarino Flórez

28 de agosto de 2021 - 12:00 a. m.

Gustavo Petro es un hombre inteligente, sagaz. Siempre lo ha sido. Siendo congresista lo demostró una y otra vez. Además, demostró valor, coraje, en las peleas que dio contra la corrupción y contra el paramilitarismo, por mencionar solo dos ejemplos.

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Lo que no tiene es hondura humana. No tiene bondad, no tiene buena levadura. Es de mala leche, es decir, es prisionero de rencores, de prejuicios, de fobias. Es lo que me parece hoy en día, mirándolo por la televisión.

El entusiasmo que despierta entre cientos de jóvenes me recuerda algo que dijo Cortázar a propósito de Demian, la novela de Hermann Hesse, y del furor que despertaba ese autor entre los jóvenes. Cortázar sostenía que la fuerza con que los jóvenes acogían a ese escritor tenía origen en su propia debilidad. En el desconcierto de esa etapa de la vida, palabras más, palabras menos.

Dicho con todo el respeto, creo que el entusiasmo por Petro entre los jóvenes tiene origen en su candidez. En su ensoñación, en sus ilusiones tan nobles como infundadas. Yo sé que están adoloridos, yo sé que están indignados y con rabia, lo entiendo, basta ver la realidad colombiana y la ineptitud e indolencia de los políticos que nos gobiernan.

Y está clarísimo que aquí el asunto no es la mentira esa, la falacia del “castrochavismo”, aquí el peligro es que Petro no les cumplirá, no hará el país que dice que hará. Si Petro gana la presidencia solo habrá más desconcierto y más violencia y más caos. No porque no le “quepa el país en la cabeza”, si es un tipo sumamente inteligente como ya se dijo, sino por la torpeza y la falta de sindéresis con que gobernará. No tiene la nobleza de propósito, ni la exaltación de ciertas virtudes del gran ser humano. No tiene ni siquiera el talante del hombre de Estado. Por lo menos es lo que pienso yo.

Eso sí, pido que no nos toque otro presidente del Centro Democrático. Que no nos toque otra vez esa manera de hacer política y de gobernar. No dejo de pensar en cuánta muerte y cuánto llanto se hubiera ahorrado esta madre afligida que es Colombia, si hubiera gobernado un De la Calle o un Fajardo en los últimos años.

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En fin. Estamos otra vez entre dos aguas, como la vez pasada.

Necesitamos que uno de esos hombres buenos, de esos exaltados, de esos dulces y humanizados, logre llegar a la segunda vuelta. Tiene que ser posible. Y que derrote abrumadoramente a su antagonista. Tiene que ser posible. No puede ser que estemos condenados a más dolor y más desvarío y más vesania. No puede ser que sigan asesinando hombres y mujeres en las veredas, en las calles. Que sigan pasando hambre y necesidades millones de colombianos. Que sigan siendo quebrantadas y violadas las mujeres y las niñas. Mientras la energía está puesta en la “economía naranja” y en la “paz sin impunidad”. No puede ser.

Volviendo a García Márquez, como en la columna anterior, no puede ser que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tengamos una segunda oportunidad. En nuestro propio país.

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
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