…y mañana Navidad; así decían antes los mayores. Habíamos esperado, los niños, un año entero, que parecía un siglo. Porque la Navidad es, sobre todo, de los niños. Por eso cuando vamos creciendo y pasando por las fases de la vida, la Navidad se desdibuja. Esa es la verdad. Después, vienen los hijos chiquitos y la Navidad revive. Después ellos crecen también, y otra vez la Navidad se difumina. Entonces llegan los nietos, los nuevos niños, y la Navidad vuelve a rebrillar. La Nochebuena vuelve a llenarse de aroma y de ilusión. De manos pequeñitas y mejillas tiernas.
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Y hay que disponerse favorablemente, tratar de apartar todas las tormentas y las noches oscuras que el año nos fue alojando en el alma. Tratar de espantarlas y disponerse a hacer el pesebre y a cantar los villancicos. Y dejar que un aura inconsciente de melancolía y de recuerdos antiquísimos vuelva a visitarnos. Y que el brillo en los ojos de los chiquitos mientras abren los regalos nos devuelva la mansedumbre y la esperanza.
Pero, sí hubo esas tormentas, esos ciclones, esos aullidos. Sí los hubo. Por eso para muchas familias colombianas, esta noche será penosa, dura, triste. Es que, piensen por un momento, en la cantidad de dolor que hemos visto. En los desgarramientos que hemos visto. En la maldad y la sevicia que hemos visto. En la indolencia y la venalidad y la simulación y el cinismo que hemos visto. Y los océanos de injusticia y de desgracia que ha traído todo eso. Solo este año, digo, mientras llegábamos a rastras a diciembre.
Piensen, por un segundo, en las familias que ya no están juntas, que ya no pudieron congregarse este año. O en las que ya no están completas. Familias que perdieron, en las fauces del perro rabioso de nuestra violencia, a sus niños o a sus niñas. A sus jóvenes, muchachas y muchachos que estaban en la primavera de sus vidas. A sus padres, a sus madres, a sus abuelos. Este país, a veces sombrío y desolador e inhumano, se los llevó. De un manotazo. De un empujón brutal, como dijo el poeta de Orihuela. Sí, esta noche es Nochebuena.
Acaso lo que llaman el espíritu de la Navidad —sea o no sea uno religiosos— es solo eso. Pensar un segundo en los que están en lágrimas, en dolor hondísimo e irreparable, en una soledad que les congela los huesos. Pensar con humanidad, con ternura, con tristeza fraternal, en los que están atribulados. Un segundo, un instante, mientras la Virgen lava pañales, mientras zagales y zagalas al niño vamos a ver, mientras tañen las campanas de Belén, campana sobre campana, y sobre campana una…
Pienso en estas cosas, en este día, hoy, que llega la Nochebuena. En Navidad, como en ningún otro momento del año, vuelven estos abrojos, estas ansias espirituales y psicológicas. Es ineludible. La Navidad, y sobre todo la Nochebuena, nos hacen amar más a Colombia. Y a los demás. Sobre todo, si están sufriendo. En muchas casas esta noche las paredes se van a cubrir de escarcha.