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Invierno

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Gonzalo Mallarino Flórez
19 de noviembre de 2022 - 05:30 a. m.
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Lo mismo que la pandemia que se acaba de ir, este invierno que ya lleva meses nos deja desnudos. Yertos. Tiritando. Llorando de desprotección, de rabia, de tristezas. ¿Qué hacer? ¿A quién clamar?

Nos ha mostrado como lo que somos: un país tremendamente precario, duro, injusto, desigual, incauto, indolente. El invierno no tiene clemencia con los más abatidos, con los más desesperanzados, con los más desposeídos, con los pobres de Colombia, mejor dicho. No nos pongamos con eufemismos ahora, que llueve mucho y está el alma de tantos intranquila y ensombrecida.

Los pobres, los más jodidos de Colombia, de cara a las bofetadas y a los empellones del inverno que no cesa. Los que viven en las laderas en una casa de cartón y lata. O en un rancho frágil de paja en la ribera de un río. O en un pueblito o una vereda que, con un poco de lluvia en la cabecera de la quebrada, va a ser inundado, arrasado, anegado. Hace años. Hace décadas. Hace siglos. El mismo desgraciado río, caño, canal o arroyo que cada vez que entra el invierno se sale de madre. Y el resto del tiempo, cuando no llueve, cuando los relámpagos no cuartean todavía el cielo, nos lo pasamos rezando para que tarden las lluvias. Porque ya sabemos lo que puede pasar.

Ya lo sabe todo el corregimiento, ya lo sabe el alcalde, ya lo sabe el gobernador, el diputado y el concejal, el ministro y el dirigente gremial, el periodista y el presidente de la República. Todos lo saben. Y nadie hace nada a tiempo, algo en serio, para alejar los riesgos y las amenazas. Que dejan muertos y desaparecidos y familias destruidas. Mejor dicho, que nos muestran desnudos en la foto, como la nación chambona y descuidada que somos.

Y la maldita agua empozada, quieta, ahí, estancada, pudriéndose, dañando las viviendas, los cultivos de pancoger, echando a perder las sementeras, ahogando a los animalitos, mojando los colchones y la ropa, resquebrajando las cómodas y empañando los espejos y las ventanas. Y en un momento, casi siempre en medio de la noche tenebrosa, desprendiendo la tierra, las rocas, el barro, las raíces, los terrones, las orillas, matando a los niños y a las niñas, a los ancianos y las ancianas, que solo querían dormir un poco, descansar un poco, sentir un poco el calor de una manta y de unas oraciones dichas con los ojos muy cerrados. Y en voz muy baja y con un fervor hirviente como una pavesa en la penumbra o un carbón encendido en la oscuridad.

Si este Gobierno de verdad quiere ayudar a la gente, sacar a las patadas el hambre de Colombia y hacer un cambio real que cierre tantas heridas y tanto dolor que ya lleva siglos, tiene que mirar esto primero que todo. No puede ser que durante estos cuatro años que vienen esto vuelva a pasar. Hay que hacer programas de vivienda y reubicar a cientos de miles de colombianos que todos los años están en peligro de muerte. Hay que hacer vías y embalses y caminos para que el agua corra y no dañe a nadie.

Hay que estar despiertos, alertas, no podemos ser tan chambones otra vez, sabiendo que el invierno es traicionero.

Gonzalo Mallarino Flórez

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
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