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Jóvenes en pro de la paz

Gonzalo Mallarino Flórez
17 de diciembre de 2022 - 06:05 p. m.

Con seguridad, muchos de los y las jóvenes que están en la cárcel por haber tomado parte en las protestas sociales son personas que defienden unos ideales y querían manifestarse en las calles, en el espacio público. Simplemente. No son unos criminales, no son unos terroristas.

Están ligados a Colombia de forma vibrante, honda. Aman a su país y se duelen ante las injusticias que en él ocurren. Y han ido estructurando una conciencia política y social, son personas que leen, que discuten, que analizan, que se están formando, no son unos borregos. Tienen un rol fundamental en la vida nacional y son, a mi manera de ver, una especie de reservorio moral, de estado puro de la intención y la postura vital. Todo en el seno de la sociedad moderna, de la que es acaso, como dicen algunos autores esclarecidos, la creación más compleja de la humanidad: la ciudad contemporánea.

Y en la ciudad de la modernidad, la protesta es esencial para lograr la justicia y la convivencia.

País donde no se protesta, ciudad donde la gente no siente la calle como suya para alzar su voz y sus anhelos, es de preocuparse. Con seguridad hay por encima un régimen persecutorio y un Estado degradado y falaz. Miren a Venezuela, a Cuba, a Nicaragua…

¡Aquí no! ¡Aquí se puede y se debe protestar!

Y el gobierno, el que sea, debe garantizar ese derecho ciudadano. Es sacrosanto. La acción, el esfuerzo, el gesto de los y las jóvenes de Colombia, son inalienables, incorruptibles. Nos revelan la tesitura, la temperatura de la piel, del corazón, de la mente, la conciencia de la ciudadanía. La sed, el golpeo del torrente sanguíneo de la gente que conforma nuestra nación.

Por eso me parece que hace muy bien el gobierno en buscar en esa cantera a sus agentes de paz. A los que pueden ir a las regiones, a las comunidades, a las casas, a los colegios, a los campos, a las fábricas, a las universidades, a hablar de paz. A los y las jóvenes que pueden congregar a la gente y mirarla a la cara y dibujarle con las manos y las palabras el país posible de la paz. Que pueden transmitir como una corriente de electrones, la esperanza de la paz y la dignidad humana y la felicidad.

¡Hace muy bien el gobierno!

Hay que excarcelar a todos los que sea posible excarcelar. A las decenas y decenas de muchachos y muchachas de buena levadura, que van a llevar el pregón y la buena noticia. Que pueden llevarlo, pero que están ahora mismo en la cárcel. O en la casa, pero maniatados.

Dice el Gobierno que hay que llegar a 100 mil jóvenes voceros de paz. ¡Eso está muy bien! Y que va a remunerarlos, ¡pues, tanto mejor! Ojalá muchos provengan también del ejército y la policía. Es que piénsenlo, que a un muchacho estudiante de pedagogía, o a una muchacha defensora de su barrio, o a quien fue soldado, le paguen por trabajar, por luchar por la paz en su país, es no solo algo que tiene mucho sentido, sino una especie de justicia poética.

Gonzalo Mallarino Flórez

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas

 

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