El presidente Petro hace bien convocando a la gente a las calles. Es perfectamente válido, e incluso, oportuno. Les recuerda a sus enfurecidos antagonistas y enemigos la fuerza popular de su mandato presidencial. Eso vale mucho, eso hizo posible que su movimiento político consiguiera un triunfo electoral inédito en la historia nacional.
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En esta materia, todo lo que venga de esos millones de personas que llevan siglos despreciadas por el Estado colombiano y los grupos tradicionales de poder tiene gran valor, es casi “sagrado”.
Pero hay que hacer esos llamados con tino. No chambonamente, no cometiendo descuidos, como acaba de suceder la semana pasada. Era de bola bola que la gente sentía animadversión por la Corte Suprema y que podía presentarse allá. Han debido prever eso, movilizar a las autoridades, ser cautelosos. No correr el riesgo de que la manifestación perdiera toda su legitimidad de esa manera.
Y sí, unos se presentaron allá. Varias decenas de personas, algunas con unos palos, delante de lo que parece ser un garaje. No mucho más. No parece que hubieran estado los señores magistrados ante ningún peligro real. Pero el presidente les dio papaya a sus enemigos, les dio la oportunidad de que le dieran lecciones y lo sermonearan.
¡La comedia de los errores!
Al presidente hay que reclamarle, bien duro y clarito, que las mujeres en este país están en peligro, día sobre día, de ser violadas o asesinadas. Que en La Guajira y en el Chocó se mueren niños por desnutrición. Que en las veredas y los campos siguen asesinando a los indígenas, a los líderes sociales y a los firmantes de la paz. Que si la comedia de los errores se extiende hasta el sector de la salud, millones de personas se van a quedar sin aseguramiento y cientos se pueden morir. Que sus políticas no generan empleo ni contribuyen a la formalización del trabajo, con lo que cunden la pobreza y la pauperización. Que no puede, delante de tantos niños que están sobre un andén comiéndose un pan con hormigas y mendigando, gastarse la plata del Estado en peluqueros y figurines diplomáticos. Que en el Estado se sigue robando a dos manos, como en las peores épocas de que se tenga memoria.
En fin, cosas reales, graves, de verdad...
Pero además es doloroso, es para ponerse a llorar de la desmoralización, que por esas chambonadas y pifias del presidente, por la comedia de los errores que es a veces su Gobierno, le dé figuración en los noticieros a un petimetre como Barbosa, a un pusilánime cono Duque, a un tipo insulso e intrascendente como Pastrana, a uno sinuoso como Gaviria, a uno ominoso como Álvaro Uribe, y a varias figuras lenguaraces del Centro Democrático.
En fin…
En este momento del país, aun sin ser petrista, a uno le basta ver a los enemigos del presidente, casi contorsionados por el odio, para tomar partido por él. Y entonces es cuando se aparta la vista de lo esencial. De lo verdaderamente importante.