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La jueza Sandra Heredia, que condenó a Álvaro Uribe a 12 años de prisión por tramposo, es muy valiente. Es probable que, como siempre, el expresidente, que es ladino y marrullero, se salve de esta también, pero esa mujer vale oro.
Ustedes tienen que haber visto cómo la atacan algunos adeptos y fanáticos de Uribe, que pertenecen ya a una especie de culto, a esas como sectas religiosas delirantes y rabiosas. La bilis, la babaza que echan por la boca ahora que buscan deslegitimar y demonizar a la jueza.
Y la han puesto en peligro. La vida de la jueza y su familia están en peligro. Solo espero que este Gobierno chambón sea capaz de protegerla. Esa mujer se jugó la vida y la carrera y la seguridad familiar, todo, por cumplir con su deber. Y fue capaz de juzgar y condenar a Uribe. Es la primera persona en la historia nacional que ha hecho eso. Esa mujer es de un coraje proverbial. En verdad, vale oro.
A Uribe lo han ligado durante años a crímenes horribles. Desde sobornos y espionaje hasta crímenes de lesa humanidad. Yo sé muy bien que nunca lo han procesado por ellos, pero para mí es una persona tenebrosa. Como decir Netanyahu o Nicolás Maduro, en estos tiempos modernos. Es de esas personas que pueden mentir y simular y posar de prohombres y grandes mesías mientras degradan la sociedad, el Estado y la política. Y propagan el horror.
Yo sé, insisto, que ningún juez lo ha condenado por esos crímenes que se le endilgan, pero para mí –y hablo de mis sentimientos, de mis percepciones, de lo que se pudiera denominar como la reserva humana y moral más honda que tiene un ser humano–, para mí, Uribe es tenebroso, ominoso. Y mientras más reza y más se santigua y más se encomienda a la Virgen, mientras más dice amar a la patria y defender la justicia y el bien, más aterrador y peligroso lo encuentro. Yo sí creo que la nación colombiana tendría un poco de paz y de sosiego si ese señor es confinado para siempre, así sea en su hacienda opima e inconmensurable.
Entonces, este proceso que ha llevado a cabo la valerosa jueza Heredia y que de momento terminó en la primera condena judicial a un expresidente de la República significa para mí hacer un poco de justicia. Un poquito no más. Algo de justicia en nombre de miles y miles de personas destruidas y violentadas directa o indirectamente por Álvaro Uribe. Eso es lo que yo percibo, lo que entiendo, lo que considero la verdad, así no haya habido condenas y fallos judiciales, fuera de este único del que estamos hablando. Yo ni soy abogado, ni juez, ni investigador, ni político, nada de eso, soy una persona del común que habla de sus percepciones y de sus sentimientos. Nada más.
Por eso, mientras los adoradores y adoratrices de Álvaro Uribe echan babaza por la boca, de la rabia, yo, en silencio, me reconforto un poquito, en medio de este mundo deshumanizado y falaz. Y siento que después de años y años, en mi país adolorido ha habido un poco de justicia.
