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La semana pasada el Gobierno y organizaciones sindicales convocaron a dos días de paro nacional. Así como se oye, el propio Gobierno afectando el orden social, lesionando los derechos de millones de ciudadanos y destruyendo los medios de sustento de la gente. El mismo Gobierno. No era una protesta social en justa defensa de los derechos de la ciudadanía, que tiene todo el sentido cuando estos derechos están siendo desconocidos o quebrantados por el Estado y sus representantes. No.
Y el paro le salió muy mal al Gobierno porque muy poca gente salió a las calles. Es decir, la gente no se movilizó “en defensa de las reformas propuestas por el Gobierno de Gustavo Petro”. No se movilizó. Con lo cual, está claro que Petro no tiene ya el ascendiente que tuvo en el pasado sobre las llamadas “bases populares”. Ya no le marchan, ya no le comen cuento. Ni siquiera cuando se pretende incitarlas desde los movimientos sindicales, que son, por naturaleza, populares. Los dos días de paro fueron un fracaso total, para el Gobierno y para la sociedad colombiana toda.
¿Sí ven por qué está más que claro que convocar a una consulta popular en las presentes circunstancias, es una insania?
No habría la menor posibilidad de que se lograra el umbral de 12 millones de votos que exige la ley para que los asuntos planteados en una consulta se transformaran en leyes. Ninguna posibilidad. Pero, además, botaríamos a la caneca cerca de 750 mil millones de pesos y estando ya cerca las elecciones, se contaminaría el proceso electoral para elegir congresistas y un nuevo presidente, que está a la vuelta de la esquina.
Lo más doloroso de esto es que el presidente Petro va insistir en la consulta, va a insistir en la insania, porque es terco y sufre de megalomanía. Va a boicotear cualquier proyecto de ley de reforma laboral -incluso el suyo propio- para crear el escenario falaz de que no hay otra salida posible para defender los derechos sagrados de los trabajadores que hacer la consulta popular. Así, gracias a su egolatría proverbial, la consulta fracasará, la reforma laboral se malogrará y las justas reivindicaciones laborales quedarán en el limbo. Todo por un presidente errático y torpe.
Lo único bueno del desastre de los dos días de paro, fue que conocimos a Estela García, una mujer que en un barrio de Popayán congregó a los vecinos y sin una sola arma sacó corriendo a unos encapuchados que querían destruir el CAI de su comunidad y asesinar a los policías. Ella, sola, con sus vecinos, logró contener un acto de violencia y destrucción que el mismo Gobierno había desatado.
Y lo segundo bueno que se obtuvo es que ahora sabemos que no solo los asesinos encapuchados buscan paralizar los sistemas de transporte masivo, el presidente de la CUT, según dijo él mismo, también tiene esa ambición en su supuesta lucha por la reivindicación de los trabajadores del país.
Hágame, usted, el cabrón favor.
