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La decisión de la Corte Constitucional de despenalizar el aborto es un hecho de honda trascendencia. Yo no soy un experto en Historia, pero creo que, de ese calado, en términos de su efecto en la sociedad colombiana, se pueden señalar asuntos como la abolición de la esclavitud, las luchas de María Cano por los derechos laborales y el voto para las mujeres.
Y todos remiten a la noción de búsqueda de igualdad y de justicia en el seno de la sociedad civil. Y, modernamente, en la médula del Estado laico. Esto último es muy importante. El Estado, su aparataje y todos sus ámbitos de acción, es laico. La Constitución lo exige y lo garantiza así.
Dios y la fe y las creencias religiosas son esencialmente asuntos íntimos, del ámbito personal. Tienen efectos sociales, qué duda cabe, congregan a la familia y a la sociedad, y para muchos dan sentido a la existencia, pero no tienen nada que hacer en los asuntos del Estado y en las leyes que rigen a las personas. Nada que hacer. Meter a Dios en la discusión de los derechos y deberes civiles es muy mala idea. Véase la historia pasada y presente de los Estados teocráticos.
De modo que no me valen los médicos, los jueces, los esposos, los políticos, los científicos o los sacerdotes que ante esta sentencia de la Corte Constitucional, ya se preparan para esgrimir una objeción de conciencia que les “impide” aceptar la interrupción voluntaria del embarazo por parte de cualquier mujer colombiana, que así lo haya decidido. No me vale.
Allá usted en su fuero interno. Aquí, en el presente, en la realidad de todos los días -no en el cielo ni en el infierno teologales-, aquí, en Colombia, hay que respetar este derecho que después de siglos han conseguido las mujeres. Es que se trata del cuerpo de ellas, del destino y de la vida de ellas, antes que de una discusión en el campo ético, religioso, judicial o científico. Usted tiene que respetar eso. Es un derecho de millones de mujeres colombianas, que usted no se puede pasar por la faja porque tiene remordimientos de conciencia. Usted lidiará con eso como a bien tenga. El respeto al derecho de los demás, como dijo alguien, es la paz.
Y ojo también con los que andan diciendo que 24 semanas es mucho. De hecho, puede ser poco en algunos casos. Pero, más que las etapas del desarrollo fetal, lo que es fundamental aquí es que una mujer que decida interrumpir su embarazo pueda ir a una IPS y hacerlo. Cuando lo decida, siempre que esté dentro de las primeras 24 semanas del embarazo. La estadística, por lo demás, muestra que esto ocurre, mayoritariamente, en los primeros tres meses.
Y ojo, así mismo, con los políticos que andan diciendo que hay que hacer un referendo. ¡Hágame el favor! Un referendo para validar las sentencias de una corte. Eso no solo es demagógico, sino falaz. Es la mentira típica de los que se mueren de miedo cuando ven a la sociedad avanzar y liberarse. Emanciparse de la oscuridad y la violencia ancestrales, de los atavismos que han hecho daño. Sobre todo, a las mujeres.
Ya el que dijo que había que dejar el asunto de la despenalización en manos del Congreso de la República, ese sí es directamente un cínico o anda en las nubes.
