Lo que parece es que Nicolás Petro y Day Vásquez son simplemente deshonestos. Son unos aprendices de mafiosos. Se aprovecharon de la campaña presidencial de Gustavo Petro para sacarles plata a unos corruptos.
La plata de las mafias, muy probablemente, ha ayudado a financiar un gran número de campañas políticas en Colombia en las últimas décadas. No estoy justificando que suceda, solo señalo que es casi imposible evitarlo dada la forma de hacer política en nuestro país. Un mafioso da plata para la gasolina de una camioneta, para una tarima, para unos volantes, para unas camisetas, para unos tamales, para un vuelo en una avioneta, y queda configurada la financiación ilegal. Por eso prácticamente no hay campaña presidencial en los últimos 30 años que esté totalmente libre de culpa.
Yo no sé si Nicolás Petro tenga pruebas de que unos dineros de la mafia entraron a la campaña presidencial de su padre, pero aun sin ser yo un áulico del presente Gobierno no estoy inclinado a creer que el presidente Petro haga negocios con las mafias. No parece ser su talante, no ha sido su trayectoria política, desarrollada, más bien, combatiendo a las mafias y al narcotráfico. Lo que sí creo es que Nicolás Petro está diciendo lo que sea para salvar el pellejo, de repente presionado por la Fiscalía y, en todo caso, acicateado por medios de comunicación como la revista Semana, que ya raya en la mendacidad.
Es inadmisible además que políticos como María Fernanda Cabal y Miguel Uribe digan que el presidente Petro “es indigno” de su cargo y debe renunciar. De lo sucedido hasta este momento no es posible afirmar que el entonces candidato Petro haya dado la orden de recibir dineros en la campaña de parte de unos corruptos. Y de ocultarlos de las autoridades. Pero además es claro que ellos, que piden la renuncia del presidente, no tienen esos reatos de conciencia cuando se ha afirmado que su jefe político ganaba elecciones apoyado por el paramilitarismo, o que mandó a sobornar congresistas para hacerse reelegir aunque eso fuera inconstitucional, o que espió a la Corte Suprema de Justicia. La moral fácil y acomodaticia, esta de Cabal y Uribe, sedientos de victorias políticas que impulsen sus carreras.
La legitimidad de Petro se la otorgan los 11 millones de personas que votaron por él. Se la otorga el desarrollo real del programa de gobierno que se comprometió a hacer y que en buena medida está por verse. Esto que ha sucedido les ha dado a sus oponentes la oportunidad de hacerle mucho daño y no dejarlo gobernar. O la oportunidad de tumbarlo, si es posible. Por eso se están solazando aquellos que desde el principio temblaban ante “el primer gobierno de izquierda de nuestra historia”.
Y todo porque el país entero cayó en medio de una venganza visceral. La figura “shakespeariana”, la que desató todas las fuerzas, la lady Macbeth de este drama nacional, es una esposa ambiciosa vengándose de su marido infiel.