Publicidad

La violencia secular

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Gonzalo Mallarino Flórez
03 de septiembre de 2022 - 05:00 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

He estado leyendo por estos días algunas páginas acerca de nuestra historia, en particular la del siglo XIX y las guerras civiles que tuvieron lugar en nuestro país. Y que desembocaron en la más salvaje de todas, la Guerra de los Mil Días, que terminaría en 1902.

Miles y miles de muertos. A tiros y a machete. Fusilamientos y ejecuciones de parte y parte. Una salvajada, una sangría. El país quedó devastado, en el atraso completo, en la miseria, en la desmoralización profunda. Ya hacía más de 70 años había salido de nuestro territorio el déspota español, estábamos solos ya, dueños de nuestra suerte y nuestro sino, arrancando el siglo XX y la “modernidad”. Y no habíamos logrado construir una nación en paz y en el camino del progreso para todos.

Lo que teníamos entre las manos eran añicos, pedazos de un país. Hasta Panamá la habíamos perdido. Estábamos arruinados y perdidos, casi sin un rumbo histórico. Los que eran más liberales, los que eran más clericales, los más centralistas, los más federalistas…. Colombianos todos, guerras civiles cruentas y degradadas, entre hermanos, fratricidas….

Y claro, pensaba en mi país de ahora.

Las razones y circunstancias son muy otras, desde luego, pero es estremecedor pensar que seguimos siendo unos bárbaros, unos salvajes. La violencia de los años 50s y después las guerrillas y después el veneno del narcotráfico. Los paramilitares, los agentes del Estado que se convirtieron en asesinos, los asesinos a sueldo, los sicarios, los promotores de ejércitos privados, los empresarios venales, los políticos corruptos y mendaces…

Tal como sucedió hace 100 años, o hace 200 años, seguimos sin encontrar un país. Un país para todos, digno, decente, justo. No logramos hallarlo. No hemos construido una Colombia buena y maternal y providente para todos. El golpetazo a traición y el disparo a quemarropa y el asesinato, el secuestro, la extorsión, el desplazamiento siguen por las calles y las veredas y los montes y las plazas y los ríos. No han cesado. Son como unos monstruos que recorren el país de noche y de día, deformes, babeantes, llenos de rabia y de oscuridad.

Y claro, si en ese escenario, el de un país pobre y violento desde que nació, usted mete a la brava dos millones de venezolanos en la miseria, gentes buenas en su inmensa mayoría, que vienen huyendo de su propio país, la cuerda se tensa aún más.

Y si usted mete, de un día para otro, a los carteles de la droga más degradados y crueles del mundo, a los carteles mexicanos de la droga, pues los niveles de violencia son ya incontenibles, ya no los puede parar nadie, ya se salieron de madre.

No son todas las razones de lo que ocurre, claramente, pero así estamos.

Toca creer que el nuevo presidente, el presidente Petro, tal vez logre pacificar un poco a Colombia. Hay que ponerle buena vibración a eso, hacer fuerza para que le vaya bien. Para que su visión de Colombia sea posible. El suyo, parece el pensamiento de un demócrata y de un hombre apegado a la justicia social. Quiero creer que va a acertar y va a lograr terminar con más de 200 años de desvarío y de vesania.

Gonzalo Mallarino Flórez

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
Conoce más

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.