Publicidad

Las estatuas

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Gonzalo Mallarino Flórez
25 de junio de 2021 - 03:53 p. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Me pareció de importante valor simbólico que un grupo de indígenas hubieran tumbado la estatua de Belalcázar en Cali.

Se admite que fue un acto revestido de violencia. Y la violencia se propaga. Como el miedo. Eso no es deseable. En la Colombia de hoy, no es ni siquiera tolerable. Ya en ese momento, un empujón, un puño, un grito malo, están muy cerca de suceder y generar más violencia. No se diga si llega la policía. O el temible ESMAD.

Pero quién puede discutir que el asunto de la Conquista hay que volverlo a hablar. Hay que reeditarlo. Es urgentísimo. No para cambiar el pasado, sus hechos y circunstancias, eso ya es inalterable. Pero sí para volver a leerlo y a mirarlo. Y entenderlo a la luz de los seres humanos y las sociedades que somos hoy en día.

Y más todavía, para revisar el presente y concebir el futuro, sopesarlo, entreverlo en busca de lo más justo y proporcionado. Mejor dicho, para revaluar nuestro “contrato social”, nada menos. Los indígenas fueron expoliados y masacrados. Eso es un hecho. La Conquista fue terriblemente cruenta. ¿Por qué, entonces, habrían ellos de mirar con admiración o respeto a Belalcázar? ¿Por qué habríamos todos los colombianos de hacerlo? ¿Por qué? Discutámoslo.

Pero además, cómo repercutió históricamente la Conquista, cómo se tradujo en las circunstancias presentes, en el estatuto actual de los indígenas en la sociedad colombiana. Eso habría que revisarlo. Y si eso empieza por la defenestración de Belalcázar en Cali, pues así será. Si me preguntan a mí, yo creo que hay que remover todas las estatuas de los conquistadores españoles. Pero con un acuerdo, con una discusión democrática, sin violencia. Y oyendo a todo el mundo. Esto, dicho por quien ha querido mucho a sus amigos españoles. Mucho.

El asunto es que yo no veo al Concejo Municipal de Cali, ni a ninguna corporación pública, tramitando este asunto. Dándoles a los indígenas -y dándonos a todos como colombianos-, la oportunidad de tener esa discusión. No lo veo. En la sociedad actual que somos, es casi imposible. Entonces, ¿qué hacemos?

A mí me parece que en nuestra sociedad, esta que durante 200 años de vida republicana hemos hecho tan terriblemente injusta y desigual, tan deshumanizada ya, nadie hay tan quebrantado, tan abatido, como una mujer indígena, descalza, pidiendo limosna en la calle. Está más adolorida que cualquier mujer adolorida de este país. En cualquier barrio, en cualquier calle, en cualquier ámbito social colombiano. Ella y sus hijos pegados a sus piernas.

Un chiquito indígena, con la cara más bella del mundo, me decía el sábado pasado a través de una verja, mientras yo hacía ejercicio en un patio, unas palabras que yo no le entendía: “chama chachu”, “macha chabra”, “tancha mabre”. ¡Yo no le entendía! Al cabo, cruzó la calle y fue a donde estaba su abuela, en la acera de enfrente, seguramente para preguntarle. Y volvió. Por lo demás, una hora después supe que no era un niño sino una niña, y que tenía cuatro años, y que se llamaba María José. Pero bueno, volvió y ya le entendí, lo que me estaba tratando de decir con su voz, era: “mucha hambre, mucha hambre”. María José. Cuatro años.

Gonzalo Mallarino Flórez

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
Conoce más

 

daniel(84992)26 de junio de 2021 - 04:35 p. m.
Realmente sería mejor no tumbarlas. Bastaría poner al pie de cada una la correspondiente historia de asesinatos y despojo que perpetró cada uno de ellos. La mejor historia que aprenderían los colombianos. Se incluye aclaración de la placa del bachiller Macias en el congreso, con el número 6402. Una forma de no repetir desgracias históricas y entender la hijueputez de muchos dirigentes.
Julio(2346)26 de junio de 2021 - 04:02 p. m.
Yo sí estaría de acuerdo con levantarle una estatua al innombrable, pero sólo para tener el inmenso placer de derribarla y hacerla trizas, como él hizo trizas la paz y la patria, aunque ese placer me sería disputado por el 99% de mis compatriotas. NO MAS URIBISMO!
Jorge(53826)26 de junio de 2021 - 03:07 p. m.
Me conmovió hasta la lágrima...
Jorge(11051)26 de junio de 2021 - 01:38 p. m.
Sin olvidar el juicio y la rendición de cuentas que le debe la iglesia católica a esta vorágine. Pasan de agache por el saqueo de almas que precedió la barbarie, que con la cruz y la biblia como caballo de Troya, dieron entrada a la ignominia y la sumisión. También sus íconos y representantes de antes y de ahora deben ser “defenestrados”.
  • María(60274)27 de junio de 2021 - 04:48 a. m.
    Muy cierto, la estupidez más grande se llama iglesia católica, es un puro lavado de cerebro, de la ignorancia llevada al grado más extremo, un negocio donde bajo descuartizamiento obligaban a la gente a creer en semejantes payasadas. Los políticos son vividores, pero los curas son los que tienen el poder de manejar la mente de la gente, son ellos los que tienen en la ignorancia total a la personas
ERWIN(18151)26 de junio de 2021 - 01:34 p. m.
excelente columna ..asi mismo ..discutir,opinar,discernir ..y de acuerdo ..todas las estatuas de los conquistadores hay que tumbarla ..es como si le hicieramos una al matarife con una motosierra en su diestra ...
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.