He tenido siempre el convencimiento de que un país en el que el elemento militar es preponderante, no está bien.
O se arma para cometer bellaquerías y agresiones en otros países, o lo que es peor, para aplastar y quebrantar a sus propios nacionales. El mundo está lleno de unos y otros. Colombia no ha sido un país imperialista, ni matón en el concierto mundial, eso hay que señalarlo, pero en ciertos períodos de su historia sí ha usado su ejército nacional para atacar a la población civil inerme e inocente. Esto no es cosa de ideologías, es un hecho histórico.
No he tenido nunca admiración por nada asociado con lo militar, nada, salvo, tal vez, los soldados de a pie de Simón Bolívar y algunos rasgos de la lucha por emanciparnos de España. Pero no más. El pasado glorioso de los generales, sus gestas y conquistas, todo eso me resulta indiferente y a veces ofensivo. Eso que dijo alguien alguna vez, que las fronteras que vemos en los mapas son realmente cicatrices, me parece una gran verdad. Cada peso gastado en municiones, cuarteles, tanques, fusiles, granadas, helicópteros, bombas, estaría mejor gastado en resolver los problemas que tiene nuestro país, para empezar, la desprotección de las mujeres y los niños. Estaría mejor gastado en hacer distritos de riego, industrias, escuelas y hospitales en el corazón de las comunidades.
Se me dirá que estoy muy equivocado, que un país como Colombia, con los problemas que tiene, necesita su ejército, que soy un iluso, que soy un imbécil. Y sí, a lo mejor es así, soy un imbécil. A lo mejor los que desestiman estas ideas tienen toda la razón. Y entonces yo vuelvo al principio, si tienen toda la razón, si lo militar tiene que ser un elemento preponderante de nuestra sociedad, entonces nuestra sociedad no está bien. Lo que resulta siendo una verdad, pues nuestra sociedad sí está muy mal y muy degradada. Eso es un hecho. Más allá de ideologías.
País que gasta su energía creadora en armas y batallones y escuelas de guerra está en un estadio de civilización y desarrollo muy precario. Yo me duelo mucho cuando un muchacho colombiano muere en un combate. Pienso en la mamá de ese soldado, en su joven esposa, en sus chiquitos, pienso en ellos y en el dolor terrible que están sintiendo. Y odio a Colombia por mandar a sus hijos a morir así.
Y puedo pensar en muchos colombianos buenos, que abrazan la carrera militar porque ven ahí su futuro. Respeto eso, a ese nivel individual. Pero el estamento militar y el gasto militar enaltecidos, son la señal de que las cosas van muy mal en un país. Alguien puede construir ese índice estadístico. Qué países tienen el mayor gasto militar en el mundo y cómo están sus sociedades, sus procesos democráticos, la fibra de su alma ética y moral.
Uno tendría que poder soñar con sociedades en las que no hay ejército. Tendría que tener esa ambición. Las sociedades deberían marchar hacia el desarme y la abolición de los ejércitos.