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La solución al problema mundial de los inmigrantes no puede ser su deportación a rajatabla por parte de los países del Primer Mundo. Tiene que haber una instancia humanitaria que tenga en consideración su situación de apremio, de desventaja vital.
Los inmigrantes son, mayoritariamente, personas buenas. Son seres humanos y familias que buscan una vida mejor en otro sitio porque en sus países no la pueden lograr. Los inmigrantes nos son asesinos ni criminales. Los inmigrantes tienen que recorrer distancias enormes, por la tierra y por el agua, arriesgando sus vidas y las de sus familias para tratar de conseguir mejores condiciones de vida en el lugar al que quieren llegar y afincarse. Los inmigrantes pasan hambre, frío, agotamiento, son maltratados a lo largo del camino, son timados y vejados por bandas criminales, y muchas veces son tratados con violencia y desprecio por las autoridades migratorias de los países a los que buscan entrar, sobre todo, como lo sabe todo el mundo, cuando son expulsados brutalmente o cuando se desmiembran violentamente sus familias.
Y, ¿por qué no pueden miles de personas conseguir una vida segura y plena en sus países? Esa respuesta es fácil, porque, fundamentalmente, el mundo es desigual, porque hay mucha pobreza y miseria en muchas regiones del mundo, al lado de la opulencia de otras. Sé que estoy descubriendo el agua tibia, pero esa es la razón y ahora, hoy, más que nunca, hay que volver a decirla con toda la boca.
Familias desmembradas... Imagínense la angustia que producirá eso, saber uno que sus hijos o sus padres quedan atrás y que es totalmente incierto el día que los volverá a ver, o que la familia podrá estar reunida otra vez, si es que eso alguna vez sucede. Tiene que ser un dolor en el corazón que lo doblega a uno durante años, o la vida entera.
La angustia y la fragilidad de los inmigrantes tendría que ser un asunto que se enfrente con el concierto de la humanidad entera. ¿Y por qué no se hace así? ¿Por qué los países del Primer Mundo, en estos tiempos, tratan así, con tanta frecuencia, a las personas y familias que necesitan migrar, que necesitan una “segunda oportunidad sobre la tierra” y la buscan en sus territorios?
En el fondo, porque los consideran seres humanos de segunda categoría. En el fondo, porque consideran que sus nacionales, los ciudadanos de sus países, son mejores, son superiores. Y eso es delicadísimo, ya hemos visto qué pasa cuando una raza o nacionalidad se siente superior a las demás. Ya hemos visto los infiernos que eso ha producido.
Cuando desparecen valores humanos como la clemencia y la solidaridad, como en este caso, la humanidad se degrada, decae moralmente, éticamente, ontológicamente. La forma más alta de concebir el destino de la humanidad en su paso momentáneo por este planeta, es sabiendo que como especie fue capaz del amor, de la ternura, de la generosidad, de la fraternidad.
