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Un hijo de Álvaro Uribe dijo que el senador Iván Cepeda era “el heredero de las FARC”. Lo dijo después de que su padre, en el proceso judicial en el que Cepeda era la contraparte, fue hallado culpable de dos delitos y condenado a 12 años de prisión.
Así mismo dijo, o ha dicho, a coro con los afiliados política y electoralmente a su padre y a la colectividad que este representa –el Centro Democrático–, que el sistema judicial estaba corrupto y era utilizado por el Estado y el Gobierno actual para perseguir a su padre, que era un prohombre y una especie de mesías que, a lo largo de su carrera pública, solo ha traído bienaventuranzas a la nación colombiana.
Pero, un momento, se trata de un político, de un expresidente, que ha sido asociado a delitos como el soborno –para conseguir burlar la Constitución y hacerse reelegir–, y aun a delitos de lesa humanidad como masacres y asesinatos, en los que serían responsables las Fuerzas Armadas por acción u omisión, inclusive en connivencia con el paramilitarismo.
O sea, los vástagos de Uribe, repiten, heredan los mismos odios de su padre. Dicen las mismas barbaridades y falacias. De una generación a otra. El mismo odio les sale por la boca. Qué diferencia con el propio Cepeda, de quien, según entiendo, solo se puede pensar que ha sido probo y correcto toda la vida, y a quien, además, le asesinaron al padre en lo que ha sido reconocido como un crimen de Estado. A pesar de eso, Cepeda parece siempre sereno, ponderado, regido por un propósito de reconciliación.
Se puede pensar, además, que al partido político de Uribe Vélez, al Centro Democrático, le queda ya poca vida. No es solo que Uribe Vélez –adalid y amo único de esa colectividad– puede pasarse los próximos 12 años privado de la libertad, ya con la mácula imborrable de ser un delincuente, sino que en los actuales cuadros políticos del partido no parece haber alguien con el talante de un estadista. Dicho esto hoy, cuando es un hecho que Miguel Uribe Turbay no estará en el escenario de las elecciones del 2026, porque lo asesinaron. Miguel Uribe Turbay era, por mucho, la mejor posibilidad.
Tendrá el Centro Democrático, ahora liderado por los vástagos de Uribe, que “arrimarse” a otros partidos para lograr alguna figuración y alguna oportunidad electoral. Sin embargo, desde mi percepción, en esa colectividad hay pocas ideas, no parece que haya un verdadero ideario político y social. Mis dudas surgen del hecho de que hay un elemento distintivo de ese partido y de la forma en que lo ha manejado siempre Uribe Vélez: sus adeptos se la pasan adulándolo, endiosándolo, a ver si los pone en una lista y los hace elegir. No parece haber mucho más.
Duele muchísimo la muerte de Uribe Turbay, como duelen las muertes de cientos de colombianos asesinados solo en los últimos tres años. Y, claro, duele mucho la vociferación de personajes cargados de mala bilis, como los hijos de Uribe Vélez.
