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A mí no me espanta la famosa encuesta de Invamer. Yo no creo que 3.800 personas, en un universo de más de 41 millones de personas habilitadas para votar, tengan mayor representación estadística. Todo eso me parece vago y especulativo.
Yo no creo que ni De la Espriella –un abogado de criminales–, ni Cepeda, lleven esa ventaja en estos momentos. El instrumento estadístico utilizado por la firma encuestadora me parece defectuoso e impreciso y no creo que refleje la realidad política y social del país, de cara a las elecciones del año entrante. Es decir, no creo que 3.800 personas consultadas permitan concluir nada.
Lo que sí creo es que el trabajo ordenado, serio, incesante de Fajardo, por todos los departamentos del país, buscando darle a Colombia la opción de un Estado honesto, vinculado mediante la política pública al imperativo del progreso colectivo –no únicamente de unos pocos, favorecidos históricamente–, está empezando a impactar muy fuertemente a la sociedad colombiana. Y la encuesta de Invamer no mide eso.
Los colombianos y las colombianas ya han empezado a ver que Fajardo tiene la visión clara, el ademán y la postura claros, en medio de tantas barrabasadas y mentiras que se han tomado el ámbito político nacional. El hombre es sereno ante las imprecaciones, lleva ya tres elecciones presidenciales en sus convicciones. Es coherente.
Además, el país está recordando que es realista, certero, que se ha forjado trabajando en la vida y el servicio públicos, y que ha concebido –alejado de las demagogias y las falacias de la ideología–, una visión de Estado que está al alcance de la mano. Que existe, que es posible, que es de verdad, tangible, que se puede construir. Y, sobre todo, lo que ya dije: que está gobernada por la noción inestimable de que la búsqueda del bien colectivo es impostergable.
Y todo eso no lo está captando y ciertamente no lo está divulgando la encuesta de Invamer. No podría. Con una muestra minúscula de 3.800 personas, no puede, no tiene cómo. Entonces, este experimento estadístico está impidiendo ver la realidad: que la visión serena, informada, verdaderamente democrática de Fajardo está calando muy hondo en la sociedad colombiana. Que Fajardo se está abriendo paso, por entre las aguas enrarecidas y los sargazos y las serpientes y las pirañas. Sigue avanzando, día a día, cada vez más definitivamente, más irrevocablemente, más invenciblemente. Él mismo lo dice: “Adelante con Fajardo”, esa es su impronta, su insignia, su ariete.
Yo le tengo fe a Fajardo. Yo creo que Colombia sabrá discernir. Sabrá distinguir entre el oro y la paja. Colombia –las y los electores, esos 41 millones de personas, no, apenas, las 3.800 que logró visitar Invamer en unos pocos días– sabrá discernir. Él es el mejor por mucho, el único que tiene talla de estadista. Hay que salir a votar por él y llevarlo a segunda vuelta.
Y, ya en segunda vuelta, Fajardo barre al que sea.
