¿Usted estaría dispuesto a mirar para otro lado?
Ha informado Indepaz que un cese al fuego de cinco grupos al margen de la ley, enumerados por el presidente Petro en la víspera de Año Nuevo, representaría que 15.000 combatientes silenciarían sus armas durante seis meses. Muchas regiones y muchas comunidades, golpeadas horriblemente por la violencia del narcotráfico, tendrían un respiro, un poco de paz.
¡Ojalá se pudiera!
Pero dicho eso, acaso pensando con el deseo, tiene uno que preguntarse: ¿por qué lo harían?
Unos y otros, los que tuvieron un origen insurgente, político, y los que no, ¿por qué lo harían? ¿Qué les puede ofrecer el Estado colombiano? ¿Penas y condenas livianas? ¿Curules en el Congreso? ¿Un partido político? ¿Una justicia transicional? ¿Un mecanismo de legalización de sus riquezas criminales? ¿Asilo en el exterior?
¡No lo sé!
Lo que sí sé —y lo sabe cualquiera en este país— es que no es posible alcanzar la paz en Colombia sin solucionar primero el problema de las drogas ilícitas y el portentoso negocio de su distribución y comercialización en los mercados internacionales.
¿Y entonces?
Colombia no puede despenalizar las drogas ella sola. De modo que seamos sinceros, estamos hablando de que, durante seis meses, el Estado colombiano, a cambio de que esos grupos paren de asesinar a la gente, paren de confinarla o desplazarla, paren de reclutar niños y niñas, a cambio de eso, mire para otro lado.
Es decir, dicho sin ambages: mientras detengan su violencia y su vesania contra la población en las regiones, que trafiquen con la droga, que sigan con su negocio de narcotráfico. Que compren la hoja de coca o la cosechen ellos mismos, que la procesen hasta convertirla en pasta de coca y que la refinen y la vuelvan cocaína y la saquen por sus rutas terrestres, marinas, aéreas a EE. UU. y a Europa.
Entre tanto, en las regiones, un día, dos, 30, 180 sin un asesinato, sin una masacre, sin otra comunidad sacada a balazos de su tierra, sin otro líder indígena asesinado, sin otro desmovilizado asesinado. Y sin la sangrienta guerra que libran las bandas criminales entre ellas mismas.
¿Usted qué haría?
Yo no sé siquiera si eso es posible, si esos seis meses son posibles, pero creo que el Gobierno colombiano, con sus torpezas y tropiezos, sí lo cree y los está buscando. Creo. Pienso que es exactamente lo que está tratando de hacer.
Hace unos años, yo mismo creía que había un componente moral, un imperativo moral, ético, en la llamada lucha contra las drogas. Creía que había algo honorable y recto en esa lucha. Hoy ya no lo creo. Viendo lo que le ha pasado a Colombia en estos 50 años, ya no lo creo. Lo único que me importa ahora es la paz en las regiones y la protección de la vida de miles de inocentes.
Yo sí miraría para otro lado.
Y que los países consumidores de drogas solucionen su problema. Curen a sus sociedades. Desinfecten sus sistemas económicos y políticos. Y en todo caso, planteen este problema de otra manera.