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Sé que estoy muy lejos de Oriente Medio y de Israel, a más de 11.000 kilómetros, medio mundo, pero todos estos días me pregunto: ¿Benjamín Netanyahu apaga la luz de su mesita de noche y se queda dormido tranquilo? ¿Sabiendo, mientras respira pesadamente en la oscuridad, que el ejército del Estado de Israel que él comanda y al que le da órdenes directas, ya ha matado en Gaza a más de 3.500 niños, a muchos miembros de sus familias y a centenares de miembros de sus comunidades?
Hay que tener riñones para hacer eso, sangre fría, y hay que ser muy bruto. Nada de eso, ninguna de esas muertes de inocentes, beneficia al pueblo judío, protege al pueblo judío, honra al pueblo judío, enaltece al pueblo judío. Para nada. Es toda una falacia. Benjamín Netanyahu acaba de comprarse 20 o 30 años más de violencia contra el pueblo judío, que él dice representar y proteger. Él y su Estado Mayor y su caterva de amigos y políticos mendaces.
Un grupo como Hamás, per se, no se puede aniquilar del todo militarmente. Esa es su esencia. No es un ejército regular al que se pueda vencer. Pero, además, en el alma del último palestino que quede después de esta barbarie que ha desatado Natanyahu -para vengarse de otra barbarie-, en el fondo del alma del último que quede mordiendo el polvo y tragando coágulos de sangre, estará la semilla de la venganza que se esparcirá y que golpeará brutalmente al pueblo judío en las décadas por venir, incluso, cuando el salvaje de Netanyahu ya no esté.
Sé que estoy a más de 11.000 kilómetros, que soy solo un colombiano, un suramericano que no sabe nada y cuya opinión no es importante, pero tengo en el corazón al pueblo judío y tengo la certeza de que le esperan años terribles de violencia y de sufrimiento. Todo por Benjamín Netanyahu, a quien la mitad del mundo tilda de asesino y genocida. Me remito a sus crímenes de guerra, a sus crímenes contra la humanidad. Que él y sus socios respondan por eso. Esa es mi exigencia. Y ante un tribunal internacional.
El dolor por el pueblo palestino es indecible, pero trato también de acercar a mí al pueblo judío, de condolerme con todos. Es un asunto personal, simplemente, que me ha estado rondando estos días. Pienso en cuánto quise a mi amigo Moisés Mermelstein, pienso en cómo estaría sufriendo por su pueblo viendo lo que está pasando en este momento. ¿Y cuánto he querido en esta vida, cuánto ha querido la humanidad en esta vida a creadores como Marc Chagall e Isaac Bashevis Singer? ¡Son como tíos de uno!
En fin, asuntos personales que pienso…
Qué rabia que se siente contra ese tipo despreciable, Benjamín Netanyahu. Qué dolor que se siente, con los dos pueblos. Lo mismo que con el pueblo ucraniano y con las naciones humilladas y sometidas que hay por todas partes. Qué dolor que se siente con la humanidad. Siente uno que vamos para el despeñadero. Que ya no hay otra salida.
Mientras, tipos como Netanyahu duermen tranquilamente.
