Sergio Fajardo parece estar libre de la agresividad y el fanatismo que han señalado la política nacional en estos días. Parece sensato y cuerdo. Y parece, además, tener una concepción de lo que podemos ser como nación, fundada en la construcción de un Estado que preserve el orden social, la democracia y la justicia.
Sé que estoy diciendo cosas muy generales, en lugar de detenerme en políticas de gobierno y programas concretos, pero en estos días, eso que digo, por abstracto que parezca, vale oro y significa, a mi entender, nuestra única opción de alcanzar la paz, la convivencia y el progreso de la sociedad como un propósito colectivo.
Los partidos de derecha parecen fundar el progreso de la nación colombiana en el elemento militar. Prometen que van a fortalecer y modernizar las Fuerzas Armadas y a derrotar a las numerosas bandas criminales que nos azotan desde hace décadas. Eso no es tan fácil, por la sencilla razón de que es posible que el Estado colombiano, así tenga el ejército más moderno del mundo, no tenga la capacidad de someter esas bandas siniestras, dado que sus fuentes de financiación son incontrolables y están inscritas en un circuito criminal internacional, que supera a cualquier Estado.
Pero, además, esas bandas criminales están imbricadas en la población civil, con lo cual, como sucedió la semana pasada en Cali, cualquier acción militar que adelanten las Fuerzas Armadas, pone en un peligro inmenso a las comunidades. Dicho con mayor claridad, la solución a los llamados “problemas de seguridad” colombianos no es en realidad solamente militar. Tal vez no es ni siquiera, preponderantemente, militar.
Por su parte, los partidos de izquierda de la actualidad política nacional, llevando el dogma ideológico a todos los ámbitos del funcionamiento del Estado, fundan el progreso de la nación en la estatización a ultranza de los servicios que, de todo orden, está en obligación de prestar un Gobierno en ejercicio. Eso es dañino, falaz y además contraevidente, en el caso de Colombia. La estatización, como no sea en países como Noruega o Suecia, es ya una idea trasnochada y fracasada que se sabe que es perniciosa para las naciones pobres y mal desarrolladas como la nuestra.
De esta manera, las promesas de campaña del fanatismo de derecha y del fanatismo de izquierda, están siendo presentadas a la ciudadanía por estos días. Son presentadas a gritos, agresivamente, asegurándose, además, de satanizar al contrincante. Se busca, parece, que salgamos corriendo, aterrados, a votar por unos o por otros.
¿Ven por qué Sergio Fajardo representa la mejor posibilidad?
Incluso antes de discutir una política pública concreta, Sergio Fajardo representa algo muy importante, vital en este momento delicadísimo de la vida del país: la serenidad. La serenidad que se transforma en respeto por el otro, en fraternidad, y en últimas, en la savia del comportamiento ciudadano, en civilidad.