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Colombia está lacerada, sufriendo inmensamente. La pobreza y la violencia se han ahondado y nos degradan más todos los días.
Yo nunca he votado por Petro, no soy petrista, y sé muy bien que el Gobierno actual tiene una cuota de responsabilidad en lo que está pasando. De momento ha exacerbado los problemas, más que solucionarlos. Y otro tanto viene del pasado, acaso lleva siglos.
Pero podríamos empeorar.
Por ejemplo, si hubiera un golpe de Estado. Si tumbaran a Petro. El mismo presidente ha dicho que es una posibilidad real. Yo no creo que sea así. Pero hoy, aquí, quiero considerar la posibilidad. Porque estoy convencido de que ambas cosas, la pobreza y la violencia, se propagarían todavía más. Y tal vez nos partirían el espinazo ya definitivamente. Quiero pensar en lo peor y ver cómo podría suceder.
Y veo por lo menos tres posibilidades.
La primera es que el Ejército Nacional -confabulado con facciones políticas enemigas al presidente y con sectores muy reaccionarios de la sociedad- depusiera al Gobierno. Llegara con los tanques y los misiles frente a la Casa de Nariño y entrara y tomara prisionero al presidente de la República. Se impondría un gobierno militar, controlado por esa facción fanática, y se cancelarían por tiempo indefinido los derechos civiles y el Estado de Derecho. Se cerrarían el Congreso y las Cortes y se perseguiría ferozmente a todo el que se hubiera mostrado afecto al gobierno de Petro. Los militares tendrían toda la libertad de acción como sucedió en Argentina y Chile y como pasó aquí cuando los falsos positivos.
Yo no sé cuál es en la actualidad el grado de lealtad y de subordinación de las Fuerzas del Estado ante el Gobierno Nacional, pero no puedo negar que ese escenario es por lo menos concebible. Y que muchas personas en este país, solo con considerar esa posibilidad, empiezan a sudar y a salivar y a frotarse las manos. Tal es el odio que sienten por el presidente Petro.
El otro escenario “respetaría”, falazmente, el curso institucional. En ese participarían las propias instituciones del Estado. Y consistiría en montarle al presidente un “caso judicial” y destituirlo. El Congreso tendría su parte muy activa y todos en conjunto lograrían maniatar a las Cortes. Ya el Ejército estaría apalabrado y detrás de todo estarían, de nuevo, los enemigos políticos del presidente y los sectores más reaccionarios de la sociedad. La respuesta del pueblo, claro, sería impredecible. Hasta que los sometieran a culatazos y balazos.
El tercer escenario es que asesinen al presidente. Cuando yo lo veo caminado entre la gente, en sus viajes y correrías, lo pienso. ¿Qué tal que maten a este señor? ¿Qué tal que le pase algo? ¿Cómo detener a un asesino escondido entre la gente? ¿Quién lo contrataría?
Ustedes me dirán qué tan posible es que uno de los tres escenarios se presente. O si estoy diciendo imbecilidades. Ojalá. Y que el presidente está paranoico y eso sea todo.
