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La semana pasada supe por un noticiero que en Estados Unidos ha sido prohibida -en miles de escuelas y para miles de niños, niñas y adolescentes- la lectura de Cien años de soledad.
Es inconcebible.
¿La que es acaso la mayor novela del siglo XX en cualquier lengua? ¿La que después de su publicación en 1967, ha sido emulada por escritores y escritoras de varias generaciones, en todos los rincones del mundo? ¿La novela para la que muchos especialistas de las décadas recientes, no encuentran un parangón como no sea en El Quijote de Cervantes?
¿Prohibida? ¿Miles de niños y niñas en Estados Unidos, van a crecer sin leerla? ¿Van a crecer sin conocer la mayor creación literaria del siglo XX en la América Latina y el Caribe? ¿Los van a privar de eso? ¿De la gracia y la poesía de ese lenguaje y de ese mundo? ¿Por qué? Los noticieros hablaban de una censura, de razones morales, éticas y educativas. ¡Es inconcebible!
No hay una nación en los últimos 100 o 150 años, que como Estados Unidos haya transformado la vida en el mundo. En la creación artística y la cultura, en las ciencias y la investigación, en las luchas sociales y políticas, en el comercio y la industria, en los deportes y las posibilidades de su sistema universitario, en la tecnología ligada a la vida familiar, en los usos y los rasgos lingüísticos, incluso en la forma y el estilo de vida. Ese país ha sido -o, solía ser- una especie de fuerza humana y vital de un poder renovador y transformador monumental.
Y la razón por la que siendo una nación tan joven logró todo esto, este impacto histórico en la humanidad entera, es porque ha sabido ser humilde y ha aprendido de los demás, de todas las naciones del orbe. Los Estados Unidos copian, imitan, se beben todo lo que les llega, sin limitaciones ni prejuicios. Han absorbido todo, han asimilado todas las culturas del mundo, y las han incorporado a su propia cultura en formación y construcción. Es decir, son lo que son, por la anchura, por la amplitud extraordinaria e incesante de su mente y de su postura vital.
Basta ver lo que han representado como país en los flujos migratorios mundiales -léase, flujos raciales y culturales-, del último siglo y medio. Nadie, como Estados Unidos, ha recibido más inmigrantes y ha incorporado a sus familias, comunidades y a su sistema social en general, más seres humanos provenientes de todas las latitudes imaginables. Es esa mezcla potente y cromática, lo que los hizo una especie de reserva biológica de la humanidad.
Por eso, esto de ahora, es desmoralizador. Cerrar sus fronteras y sacar a patadas a los que no son “puros” y “virtuosos”, en opinión de unos burócratas. Y prohibir libros, casi que “quemar” libros en una pira, como diría Ray Bradbury, es como del oscurantismo.
Se puede admirar más o menos a ese país, pero lo que ha logrado es innegable y es admirable. Y en el corazón de todo eso, siempre ha estado la libertad. Las libertades individuales.
