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San Andrés

Gonzalo Mallarino Flórez

18 de julio de 2023 - 09:05 p. m.

¡Ganamos en La Haya! ¡le ganamos al tiranuelo Ortega! Nuestro mar sigue siendo nuestro.

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Sé que es una forma pueril de referirse al desenlace de un problema enorme en que estábamos metidos, pero es como lo siento, tal vez como lo sienten miles de colombianos en este momento.

Mis ojos no han visto el mar de San Andrés y sus islas, no he visto espejear sus aguas ni al sol rebrillando en el dorso de las olas. Pero les confieso, muy en lo íntimo, emocionalmente mejor dicho, no estaba preparado para perder, por culpa de una argucia tramposa del despreciable Ortega, ni una sola milla náutica, ni un solo pulpo, ni un solo coral, ni una sola escama, ni un solo hipocampo. Y me voy a hacer la promesa de ir y hundir las manos en esas aguas. Y mirar hacia la línea tibia del horizonte.

Sé que está mal referirse así a “todo un presidente”, en este caso de una nación centroamericana cercana por mil razones. Despreciable, dije, porque no hallo otra manera de nombrarlo cuando ha traicionado lo que Ortega ha traicionado. Pienso en los hombres y las mujeres inmolados en la Revolución Sandinista y siento una especie de rabia histórica, de odio histórico. En el sentido de que lo que le hizo Ortega a Nicaragua puede ser usado por algunos para quitarle sentido a luchas sociales que tienen que dar todavía muchas naciones latinoamericanas.

No es el único, pero piensen en el daño que le ha hecho Ortega a la historia latinoamericana. La ha manchado, la ha envilecido. No podía ser que ahora nos robara también el mar a los colombianos. Como en El otoño del patriarca, la novela de García Márquez, en que los gringos se lo llevaron en parcelas para nutrir los desiertos de Arizona. No podía ser que ese malandrín tuviera tanta suerte.

A ver si ahora sí llega el Estado colombiano a San Andrés y Providencia. A ver si hacen un aeropuerto, hospitales, escuelas y viviendas, y le dan trabajo a la gente. Y protegen y enaltecen la cultura raizal, que vale oro porque es una manera distinta, palpitante, sensitiva de ser colombiano. Nuestra reacción no puede ser solamente de euforia desde lejos, viendo todo por televisión desde el sofá en Bogotá. O yendo a veranear unos días y ojos que te vieron... No, Bogotá y el Estado colombiano han sido cicateros con el archipiélago. Y en tiempos de necesidad angustiosa, como cuando el huracán, han sido indolentes y mentirosos.

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No. La soberanía tiene que ser más que eso. El presidente Petro y su mandato presidencial tienen que ser más que eso. Petro tiene que tener más estatura moral y humana que un calanchín como Ortega que, además de calanchín, nos quería robar nuestro mar.

Sí. Cuando el Estado haya sido justo y decente con San Andrés y las islas, entonces, podremos estar eufóricos de verdad. No antes. Eso es así. Sin embargo, piensen, por ahora, que no nos desmembraron el país. Piensen en la inmensa desmoralización en la que estaríamos si el tribunal de La Haya hubiera fallado a favor de Nicaragua.

Por Gonzalo Mallarino Flórez

Escritor. Autor de varios libros de poesia y de ocho novelas, de las que hacen parte sus célebres Trilogía Bogotá y Trilogía de las Mujeres. Es frecuente colaborador de importantes periódicos y revistas
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