Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En la madrugada del sábado pasado asesinaron a Claudia Ordóñez, defensora de derechos humanos y candidata al Concejo de Jamundí. Los asesinos también le dispararon a su esposo, John Freddy Castillo, quien murió en un hospital unas horas después. Ambos, en sus comunidades rurales, eran defensores de derechos humanos y del territorio.
Miro la fotografía de Claudia y John Freddy. Los dos juntos, contentos, enamorados... Los ojos y la sonrisa tan dulces... Pienso si tendrían niños, chiquitos, tan jovencitos que eran. Familias enteras que ahora están heladas de miedo y de dolor. Desconcertadas, mirando pasmadas la vida, la vida dolorosa en Colombia.
Los atacaron a las 4 de la mañana, cuando empezaban su jornada de trabajo. O sea que eran buenos trabajadores. Tenían que arrancar temprano y laborar muchas horas al día. Unas personas buenas, jornaleando desde el amanecer.
Y los asesinaron.
En los últimos años han asesinado a cientos de personas como Claudia y John Freddy. Gente industriosa, buena, que defiende causas sociales. Los asesinos saben que, como sociedad, eso nos llena de dolor y por eso lo hacen. Saben que eso nos parte la columna vertebral del dolor y por eso lo hacen. Saben que esos crímenes nos desmoralizan y nos ahogan de miedo y de desesperación, y por eso lo hacen. Saben exactamente a quién matar y dónde pegar el golpe.
Nosotros, los colombianos y colombianas, estamos desnudos y temblando. Estamos enteramente bajo el dominio y el influjo de los asesinos. Y no podemos hacer nada porque nuestro país, nuestro Estado, nuestras instituciones, son un remedo y una simulación. En casos como este, el del asesinato de Claudia y John Freddy, estamos solos, desnudos y temblando de miedo y de tristeza.
A este país nuestro se lo llevó el infierno. Ya no tenemos esperanza ni redención. Estamos desnudos y temblando. Sí. Como si nos hubieran quitado la ropa y nos hubieran echado a patadas a la calle. Cómo se siente uno de indefenso y de impotente en un sueño, cuando se ve desnudo delante de los otros. Solo que este no es un sueño. Es la realidad nuestra, hoy, aquí, en Colombia. Día sobre día.
Y los asesinos lo saben. Y no solo saben dónde y cuándo dar el golpe desgraciado, sino que saben que estamos estremecidos en medio de la calle, en medio de la vida. Como se debieron sentir Claudia y John Freddy cuando los cogieron a balazos. ¿Qué puede hacer uno ahí? El desconcierto y la angustia que habrán sentido.
Y los asesinos saben también que el Estado colombiano es indolente e inepto. Y mentiroso. Y cínico. Porque esa cosa abstracta, el Estado, son unos políticos profesionales que lo representan, que lo personifican. Y esos profesionales son demagógicos y mentirosos e ineptos.
¿O ustedes creen que estas muertes tendrán consecuencias? ¿Que algo va a pasar en el Palacio de Nariño o en los partidos políticos o en las instituciones? Estamos solos. Desnudos. Y al Estado colombiano no le importa en realidad.
En Colombia, en verdad, estamos temblando.
