Recuperar los años perdidos de la implementación del Acuerdo de Paz tiene sentido. Llevar el Estado a las regiones, con inversión en todos los campos sociales y productivos, es hoy en día un asunto de lógica elemental. No hay otra forma de atajar la violencia en las regiones y de conseguir un poco de paz y convivencia.
Reiniciar los diálogos con el Eln tiene sentido. El propósito es que esa guerrilla —que es un enorme aparato de narcotráfico— se desmovilice y cese la violencia que lleva a los territorios y a las ciudades. Y tiene sentido que se busque una forma de desmovilizar y someter a un sistema de justicia especial a los demás grupos de narcotraficantes —hoy en día, verdaderas empresas transnacionales—. Hay que sacar el veneno del narcotráfico de la vida campesina y de las veredas y las montañas. Hay que parar los asesinatos de líderes comunitarios, indígenas y desmovilizados. ¡Pero ya!
Preparar al país para ir desarrollando mayores fuentes de energía limpia, es decir, no proveniente de combustibles fósiles, tiene sentido. Debe hacerse gradualmente y en consonancia, diríamos, con el movimiento general del mundo hacia un planeta más limpio, más sostenible. Es cuestión de supervivencia del planeta y de nosotros mismos, de nuestra especie.
Hacer una redistribución de la tierra para la siembra y producción de alimentos tiene sentido. Moderar la ganadería extensiva, poner a producir al latifundio y parar el robo de tierras y la deforestación de los criminales tiene todo el sentido. Es imperativo producir localmente comida e insumos agrícolas que en el presente importamos. Eso nos dará mayor seguridad alimentaria y más control sobre el costo de vida y el bienestar de millones de familias colombianas.
Crear un sistema público de educación completamente gratuito y de alta calidad —colegios, universidades, formación técnica y tecnológica— tiene sentido. Sería una manera efectiva, como pocas, de igualar un poco la sociedad en términos de oportunidades y de hacer reales las promesas de un sistema democrático para millones de muchachos y muchachas que están esperando hace años. Muchas espléndidas universidades europeas son públicas y gratuitas. Es la base de un futuro en el que caben, de verdad, todos los jóvenes de un país. La educación es un igualador de los ciudadanos de un país, de los seres humanos de esa nación. Sin demagogias ni discursos. Educación gratuita para todos.
Buscar un sistema en el que los dineros públicos de la salud lleguen sin intermediarios a los prestadores de los servicios de salud parece tener sentido. Así, cada hospital de nuestras veredas, comarcas y centros urbanos tendría sus finanzas sanas, podría remunerar bien a su personal y atendería oportunamente a su comunidad. Inundar al país de dispensarios de salud, divinamente dotados en lo técnico y lo humano, tiene mucho sentido.
En fin… Un sistema de impuestos más justo y eficiente, una cultura para la paz, una defensa sin titubeos de los derechos reproductivos de las mujeres… Son cosas que anda diciendo el presidente electo. Y tienen sentido. “Vamoavé” si las logra.