Al gringo que estranguló a Valentina y la tiró a un contenedor de basura entre una maleta, yo lo ponía en un cepo en medio de la plaza de Bolívar. Como se hacía en el medioevo. Para que lo vieran todos. Unas horas al día y como parte de su condena.
Y a todos los extranjeros que vienen a Cartagena a prostituir niños y niñas pobres, los ponía en un cepo frente a la torre del Reloj. Delante de todo el mundo, para que no vengan más a Colombia a degradar la infancia y la adolescencia de nuestro país.
No puede ser que esto siga pasando: que los extranjeros sigan creyendo que este país, en el que el Estado y el gobierno municipal son los primeros que desprotegen y abandonan a sus niños y niñas, es el lugar para tomar ventaja de su posición de turistas con plata y con el alma podrida.
Y a todos los colombianos que tocan y violan a los niños, niñas, adolescentes, y a miles de jóvenes mujeres, con frecuencia sus parientes de sangre, sus familiares, a cada uno lo pondría en un cepo en la plaza más grande, más concurrida y emblemática de cada ciudad o población. En cualquier parte de Colombia, porque esto ocurre en toda Colombia, todos los días del año, miles de veces al año.
¿Qué tal los militares que, por turnos, violaron a una niña indígena durante horas? ¿Qué tal el desgraciado que grabó con una navaja sus iniciales en el brazo de una muchacha? ¡Todos al cepo!
Pronto tendríamos cientos de plazas y parques con hombres en el cepo del Medioevo. Gimiendo y pidiendo la clemencia que ellos escupieron y pervirtieron. Cientos, miles, por toda Colombia, en el cepo, y que venga la prensa de todo el mundo y vea eso y lo difunda.
¡Ni una niña más asediada! ¡Ni una más tocada! ¡Ni una más violada! ¡Ni una mujer más matoneada, doblegada o quebrantada! ¡Ni una! Y cientos y miles de violadores gritando en el cepo.
Este es el más grande problema de este país nuestro. La violencia contra las mujeres y las niñas. No hay nada más acuciante. Hagamos una cruzada nacional para acabar por fin esta peste que nos humilla y nos hace despreciables como sociedad. Todos los violadores en las plazas y parques de Colombia, atrapados en un cepo.
Ya no más congresistas pavoneándose porque aumentaron las penas contra los violadores. Ya no más prelados y obispos dándose golpes de pecho y prometiendo castigos y redenciones. Ya no más el cuento de que de repente los hombres, los varones, se comportan a veces como animales. ¡Los animales no tienen la culpa de que los hombres violen a sus hijos e hijas! La violencia nuestra nos la inventamos nosotros.
¡Todos al cepo! ¡Todos!
Hasta que los cuerpos de las niñas y las mujeres se libren y se pongan a salvo para siempre. A lo mejor esto no se puede decir en una columna, lo del cepo, alguien puede tomarlo como una incitación a la violencia. Y eso sería inaceptable. Ofrezco disculpas de antemano.
Pero es que volví a pensar en Valentina. Y en los miles de mujeres y niñas violadas en Colombia. Y siente uno mucha rabia.