Vi en estos días la película danesa Otra ronda y me pareció muy buena.
No es moralizante, no quiere ser edificante, no hay perorata. Es, a un tiempo, una exaltación y una vituperación del trago, las dos cosas. Muy bien escrita, muy bien actuada, la dirección de actores es magistral. El filme es acerca de la vida diaria de cuatro amigos, sin grandes circunstancias, sin visibles catástrofes. Y sin embargo…
Sin embargo, cuando la aventura alcohólica sale mal, cuando el trago logra meterse por las grietas de la psique, del alma, de la piel, trae angustia y desastre. Y no siempre se ve, no siempre se nota, muchas veces la persona que bebe con ansia lleva su dolor y su juego mortal muy adentro.
Alguna vez le oí decir a “Bambuco” Samper, fundador de Alcohólicos Anónimos en Colombia, que cada persona hace una carrera personal con el trago. Cada uno tiene su relación con el trago, sus hitos, o sus etapas o sus fondos. O su distancia o su indiferencia. Solo cada uno de nosotros lo sabe. Tiene sus tratos personales con eso.
He pensado en estas cosas a raíz de la película. La sociedad, la cultura, promueven el trago, lo celebran. Y nadie está muy inclinado a hablar de las angustias que puede producir en miles y miles de personas. Eso no tiene glamur, no es sexy, no es de triunfadores. Lo clave es cuánta gente va a beber hoy, cuánto van a gastar, cuánto pueden aguantar y prolongar la fiesta.
Mientras allá, en esa casa, en ese salón, están los que se reúnen para tratar de parar, de no beber más. Y dicen fervorosos la Oración de la Serenidad. Y se toman, solidarios, casi amorosos, de las manos. Y dicen, solo por hoy, solo por hoy, solo por hoy. Y muchas veces lo logran.
Así es. Pero hay también el lado celebratorio, expansivo, divertido del trago. La película lo refleja. Muchas veces el trago viene bien. Nos hace más brillante un momento, más vibrante, más alegre. O nos anestesia un poco. Hay miles de personas a las que el trago les cae bien, no les hace daño, no tienen las grietas que mencionamos antes. El trago ha estado en los usos y la cultura hace milenios. Muchas veces hace más deliciosa la comida, más emocionante la música y la poesía, más dulce el amor, más tibio el aire que respiramos. Recordemos, además, que los ceremoniales usando sustancias son antiquísimos en muchas culturas. Las fugas, los trances, las lustraciones...
En fin. Lo importante como comunidad, como sociedad, es bregar para que los menores no beban. Hay que asegurarse de eso. Es lo vital. Como con las drogas. Y tener respuestas desde el Estado. Ayuda de salubridad, apoyo, guía, asistencia, protección. Después, cada uno decide. Pero en el mundo de los adultos. Y sin satanismos ni cruzadas. Toda la discusión alejada del precepto, de los puritanismos.
Faltaría aquí, por supuesto, una reflexión sobre el alma colombiana y la relación frecuente del trago con nuestra la violencia. Pero ese es otro asunto.
Entre tanto, Otra ronda, buena película, véanla si se animan.