Una mañana de 1998, estábamos en sesión del Consejo Superior del Gimnasio Moderno, cuando llegó a una visita. Entre los consejeros había figuras como Roberto García Rojas, Eduardo Nieto Calderón y José Pablo Uricoechea, a quienes la comunidad y la historia íntima del colegio recuerdan con especial predilección. El Rector del colegio era Juan Carlos Bayona, el “Ovejo”, gran educador, columnista de este diario, quien entonces no contaba 40 años. Y el procurador del colegio, el encargado de los asuntos administrativos, era yo.
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Una mañana de 1998, estábamos en sesión del Consejo Superior del Gimnasio Moderno, cuando llegó a una visita. Entre los consejeros había figuras como Roberto García Rojas, Eduardo Nieto Calderón y José Pablo Uricoechea, a quienes la comunidad y la historia íntima del colegio recuerdan con especial predilección. El Rector del colegio era Juan Carlos Bayona, el “Ovejo”, gran educador, columnista de este diario, quien entonces no contaba 40 años. Y el procurador del colegio, el encargado de los asuntos administrativos, era yo.
Las personas que llegaron inesperadamente esa mañana eran enviadas por Cecilia María Vélez, entonces secretaria de Educación del Distrito. Traían el encargo de solicitar al Gimnasio un apoyo que habría de ser definitivo para el buen suceso de un programa escolar y social de gran calado, que habían concebido la secretaria Vélez y el alcalde Peñalosa: los colegios en concesión.
A través de este mecanismo sería posible que los colegios de gran trayectoria y prestigio de la ciudad apadrinaran a una treintena de colegios públicos que estaban por construirse y ponerse a andar. Toda la experiencia acumulada por los colegios tradicionales, toda su fuerza preservadora y creadora, podría ponerse ahora en manos de los colegios públicos.
Los colegios en concesión llevan 24 años de existencia, se han desempeñado admirablemente y sus comunidades se han revitalizado. El vínculo con los colegios tradicionales ha sido de inmenso provecho, pero no solo para ellos, sino para los colegios privados que, en beneficio infinito de sus estudiantes, hicieron contacto con otras latitudes de la realidad que no conocían.
Pero era clave que desde el comienzo el proyecto contara con el apoyo del Gimnasio Moderno para espantar aquellos fantasmas de que aliarse con lo público es malo. A los consejeros del Gimnasio Moderno les tomó menos de un segundo decir que sí y este es el día en que no creo que haya habido un solo mes en el que la Secretaría de Educación haya incumplido con sus aportes.
Así nació el Gimnasio Sabio Caldas, en el sector de Arborizadora Alta, en Ciudad Bolívar, hermano y, en más de un sentido, consanguíneo del Gimnasio Moderno, pues hoy en el día el Moderno sería inconcebible sin su ‘hermano del sur’.
A espejo del espléndido festival literario ‘Las líneas de su mano’, que por esas épocas nos ideamos con el “Ovejo” y con el poeta Federico Díaz-Granados, el Sabio Caldas, bajo la mano sabia y dulce de su rector, el exalumno y también poeta, Santiago Espinosa, ha creado el festival ‘Tren al sur’, que se desarrolló la semana pasada con una constelación de escritores y escritoras de Arborizadora y otras partes. Yo fui este año y hacía 20 que no iba. Todavía estoy sollozando de dicha y de nostalgia. El colegio y su comunidad están perfectamente preservados.
Hoy creo saber que aquella visita de 1998, no fue tan inesperada. Que en realidad fue el “Ovejo” quien urdió todo. ¡Y qué bien hizo!