¿Cuál es en verdad el valor de nociones como seguridad y defensa de la patria?
Yo soy una persona cándida, que además ignora los entresijos de la geopolítica y los asuntos internacionales, pero recuerdo como cualquiera las bellaquerías que se han cometido a lo largo de la historia humana en nombre de esos dos conceptos: seguridad y patria.
Las guerrillas y el paramilitarismo, esas dos desgracias imborrables y terribles de Colombia, se crearon y se promovieron en nuestro país “en defensa de la patria”. Ambas. Esto, para no ir muy lejos, para mencionar algo que ocurrió aquí, en nuestras narices. Que está ocurriendo.
El llamado a armarse a la población civil por parte del presidente ucraniano me parece demencial. Es la manera atávica y brutal de actuar. Desmembrar a las familias, generar el terror y el éxodo, exponer al país a su destrucción casi total. ¿Eso es defender la patria? ¿No era más sensato dejar de lado la idea de pertenecer a la Unión Europea y a la OTAN y tranquilizar a los rusos? ¿O por lo menos conversarlo con ellos, que se sienten amenazados? ¿No era más lógico haber dado un trato justo y humano a las comunidades rusas de Donetsk y Lugansk? ¿Incluso, considerar sus ambiciones independentistas?
¿Y qué puñetas hacen los de la OTAN tratando de expandirse y de establecer su influencia y sus bases militares en las antiguas regiones de la URSS? ¿Eso también es seguridad y defensa de la patria?
Putin, que es una persona mentirosa y perversa, se agarró de eso para vomitarle al mundo su propia vesania y su propia megalomanía. Cuánto va a sufrir el pueblo ruso con todo esto.
Todo está mal. Muy mal. Los hombres y las mujeres, los más jóvenes casi siempre, las mejores energías y potencias humanas, la riqueza y los recursos, todo al servicio de la guerra. ¿Cuánto valen esos ejércitos, por el amor de dios? ¿Cuánto valen los ministerios de Defensa y las cúpulas militares y las alianzas militares y los equipos militares? ¿No deberíamos dedicar todo eso a cosas más decentes y nobles? Que además alejen en el horizonte el momento cada vez más cercano de nuestra extinción como especie. La niñez, la alimentación, la educación, la salud, la vivienda, la conservación de la naturaleza, la felicidad y la convivencia como aventuras humanas. “Naderías” como esas…
En fin, cándido que soy yo. Si el ejército venezolano nos invadiera, yo no tomaría un arma nunca. Jamás pelearía contra nadie ni le dispararía a nadie en una guerra. Jamás pensaría que eso es ser colombiano o ser patriota. Jamás. No me interesa la valía de un hombre medida a través de esa mentira, de esa falacia. Me interesa el valor de los hombres y las mujeres medido a través de la clemencia, la solidaridad, la bondad, la generosidad, el respeto, la tolerancia, el amor… “Naderías” otra vez.
Como dijo alguien sabiamente, las fronteras, las líneas limítrofes en un mapa, son en realidad cicatrices. O como dijo Borges, todavía más claramente: “Es la historia de Caín / que sigue matando a Abel”.
Esa es la perversión que han hecho de la palabra patria.