Colombia no merece ser la sede de una cumbre ambiental. Colombia no preserva los recursos ambientales, más bien los destruye.
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El Estado colombiano ha permitido que sean arrasadas miles de hectáreas de la selva amazónica; ha permitido que se dañe el ecosistema de páramos y fuentes de agua; ha permitido la extinción de varias especies animales; ha permitido la degradación de ríos, humedales y cuerpos de agua; y ha convertido en verdaderos muladares parajes de inmensa belleza, que eran virginales.
¿Con qué cara salimos a decir ahora que somos la Meca de la biodiversidad?
Colombia no ha protegido a las comunidades negras del Pacífico. Históricamente, las ha abandonado y marginado. Colombia no ha preservado las culturas indígenas prehispánicas, al contrario, las ha relegado, arrinconado y despreciado.
El Gobierno del presidente Petro ha sido irresponsable y demagógico con la llamada “transición energética” y ha puesto a la nación ante peligros reales de mayor atraso económico y pobreza. No pocas ciudades colombianas, incluyendo a Bogotá, después de 200 años de vida republicana ni siquiera tienen un sistema adecuado de disposición de basuras y residuos. Ni de alcantarillado para toda la población. Nosotros no merecemos ningún elogio ni ninguna distinción en materia de recursos naturales y conservación del medio ambiente. Más bien nos merecemos una reprimenda mundial, pues vamos camino de acabar con nuestro territorio en unas pocas décadas. Esto de la COP16 sesionando en nuestro país es casi una pantomima. Es, más bien, una sucesión de actos de relaciones públicas internacionales, de lavado de imagen, y de lanzamiento de carreras exitosísimas en el mundo de las entidades multilaterales.
La COP16 parece una gran puesta en escena. Esta, y en gran medida, todas. Si no, miren el desastre que es este mundo y el peligro palpitante de la extinción y la destrucción total. ¿Y cuántas cumbres y conferencias van, solo en los últimos años? Y qué discursos, y qué pavoneos, y qué habladera de paja. Con lo que necesitamos de esos recursos, de esas energías humanas, de ese tiempo que se está malgastando.
Ojo, no estoy desmereciendo ni atacando a las comunidades que, cándidamente, han acudido al llamado que les han hecho. Eso sí, solo por estas dos semanas. Ni a Cali, que se ha esforzado por montar bien el “portentoso” evento y fortalecer su economía. No es eso. Hablo de que al fin de cuentas esto es un pantallazo del presidente Petro y sus funcionarios. La ocasión para el lucimiento de un gobierno desacertado en muchos sentidos. Una especie de “payasada oficial”. De esa cumbre, cómo de tantas, no va a salir mayor cosa en beneficio del medio ambiente.
Es como si a las figuras del Gobierno y a los burócratas internacionales, lo que les importara realmente fueran las fotos y los elogios. Y mientras tanto, todos en Colombia mordiéndonos las uñas para que no pase nada con las bandas de asesinos que rondan a Cali.