Yo prefiero otro gobierno del movimiento político de Petro que uno de Vicky Dávila.
O que uno de Federico Gutiérrez. O que uno de Miguel Uribe. O que uno de Paloma Valencia. O que uno de María Fernanda Cabal. O que uno de Paola Holguín. O que uno de Efraín Cepeda. O que uno de Germán Vargas Lleras. O que uno de Francisco Barbosa. O que otro de Álvaro Uribe o Andrés Pastrana o César Gaviria.
Hablo de lo que me dicen mis tripas, de mis percepciones. Todos los y las anteriores me parecen sectarios y reaccionarios y me parece que representan un riesgo real para la civilidad y los derechos humanos. La civilidad como noción que se opone a la opresión y busca la construcción de una sociedad solidaria, fraternal.
Dicen cosas salvajes, son lenguaraces. Son como Trump, como Milei, como Bukele. De hecho, candidaturas como la de Vicky Dávila en particular, están ligadas al fenómeno Trump. Yo creo que ella piensa que puede hacer lo que él hizo, crear en la gente, en grandes sectores de la ciudadanía, mucha rabia, mucho miedo, mucha falaz esperanza en un mundo confortable y seguro, que ella les va a proveer.
Pero eso es paja.
La rabia y la mala leche y las fobias no construyen una sociedad pacífica y solidaria. Producen más cárceles, más ejército, más espionaje, más represión, y algo muy doloroso, un mayor marginamiento de aquellos que necesitan un Estado que los ampare y les de oportunidades reales de progreso. Un Estado que enderece la historia, que haga los actos de justicia que están pendientes en este país hace más de 200 años de vida republicana.
Yo no digo que el gobierno de Petro haya conseguido todo esto, no es eso lo que estoy diciendo. Digo que el sectarismo y la mente reaccionaria de figuras políticas como las que he nombrado, una vez se transforman en poder llevan a la violencia y al quebrantamiento de los derechos ciudadanos. El miedo produce más batallones, más celadores y cámaras y tapias y barricadas. Cuando lo que necesitamos es más justicia, más solidaridad, más fraternidad.
Ténganlo por seguro, esas personas nombradas, sobre todo en el caso de las que pueden aspirar a gobernar a Colombia a partir del 2026, están muy excitadas con tipos como Trump y Bukele y Milei. Están excitadísimas. Y quieren traer esa “buena nueva” al país y ser los “salvadores” de Colombia. Y esto que sucedió en estos días, la reelección de un felón como Trump, los tiene pasando saliva y frotándose las manos de dicha. Es que si Trump pudo, ¿por qué no van a poder ellos o ellas?
Si Trump es presidente, ¿por qué no puede ser presidente Vicky Dávila?
Mis tripas me dicen que deberíamos elegir en el 2026 a una persona como Humberto de la Calle. Experimentado, curado ya de espantos, sereno, ponderado, profundamente democrático y civilista, dueño, a sus años, de cierta sabiduría.
Colombia se sanaría un poco, descansaría un poco de los lenguaraces y los fanáticos. Y ahí sí empezaría un período de esperanza.