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El crecimiento de pasajeros por vía aérea sigue imparable, según lo reporta la Aerocivil, y aunque es una noticia excelente porque refleja un entorno positivo en campos como el económico, en el ambiente ronda la inquietud de que en materia de tráfico aéreo el país baila con un ritmo diferente al de las infraestructuras aeroportuaria y de aeronavegación.
Santiago Castro, director de la Aeronáutica, acaba de revelar que el consolidado del primer semestre del año evidencia un aumento del tráfico del 22.6%, alimentado en gran parte por el mercado nacional. Abona el éxito del indicador, entre otras medidas, a las de carácter desregulatorio asumidas por el Gobierno que han permitido estimular la competencia comercial para dar paso a un círculo virtuoso, representado por una oferta creciente que tumba tarifas e impulsa demanda.
Aunque la foto del crecimiento demuestra que Bogotá sigue liderando el escenario con un 12%, bien es cierto, como dice el funcionario, que la mermelada de los beneficios se ha esparcido por algunas ciudades intermedias, como Santa Marta, Cartagena y Pereira. Empero, otras más pequeñas pero estratégicas, como Mitú, Riohacha, Ipiales, Mocoa o Tolú, mantienen débil cubrimiento, resultado de las inadecuadas condiciones de unos aeropuertos que constituyen verdaderos desafíos para la aviación.
Deficiencias acumuladas por muchas décadas en planeación y en inversión afectan las infraestructuras aeroportuaria y de aeronavegación en el país. En la primera, el rezago es evidente, pese a los esfuerzos realizados en los últimos años para corregir el atraso, con la adjudicación de contratos de concesión corregidos y mejor direccionados que las dos generaciones anteriores. Las obras que se adelantan en ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga o Santa Marta, sin embargo, parecen programadas para sortear el colapso del presente pero no para asumir la posición de vanguardia que exigen los futuros requerimientos del mercado.
Más preocupante es el monumental retraso de décadas que tiene la infraestructura de aeronavegación, especialmente en materia de radioayudas, radares, sistemas de comunicación y software. Las carencias de mantenimiento, pero sobre todo de inversión para la adquisición de equipos de última generación con altos componentes tecnológicos, contrastan con los grandes avances de una aviación permanentemente renovada con tecnología de punta.
La industria aérea colombiana pasa por buen momento y es hora de que los desarrollos en aeronavegación y aeropuertos le cojan el paso. Mientras la una avanza a velocidad de jet, las otras parecen hacerlo a ritmo de ‘carrilera’.
gsilvarivas@gmail.com
