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El cielo despejado que preveía la industria turística del continente para este 2016 empieza a cubrirse de nubarrones. El virus del zika pone en serios aprietos a una buena parte de países, cuyas expectativas de contar con una inmejorable temporada, gracias a la devaluación de las monedas regionales, parecen irse al traste por la acción de este minúsculo insecto volador.
El mosquito “Aedes Aegypti” se propaga velozmente por entre las fronteras y revive aquella vieja pesadilla ocurrida entre 2009 y 2010 cuando otro virus, el A(H1N1), se ensañó contra el mercado turístico y literalmente paralizó al mundo. Con la sintomatología de una gripe, el microorganismo, originado en Norteamérica, terminó construyendo lo que Marc Gentilini, infectólogo y miembro de la Academia de Medicina y ex presidente de la Cruz Roja francesa, señaló como una “pandemia de la indecencia", por el improvisado y controvertido manejo político y mediático que entonces se le dio al asunto. Durante su largo año de vigencia el sector turístico soportó pérdidas superiores a los US$650.000 millones.
El Zika, procedente de los bosques de Uganda, va volando por el mismo camino. Descubierto en 1947, comenzó a propagarse lentamente por las selvas africanas, la micronesia y la Polinesia hasta aterrizar, hacia 2015, en la chilena isla de Pascua y en el turístico estado brasileño de Bahía. El virus encontró campo abonado por estas tierras tropicales y en los últimos meses se extendió de manera dramática sobre 24 países del continente.
Aunque es una enfermedad que no desarrolla complicaciones en todos los casos y puede evitarse con sencillas y adecuadas medidas de precaución, su presencia vuelve a encender las alarmas en el sector tras la alerta dada por la OMS en torno a su desbordada expansión y a la relación que se le hace -y que aún se encuentra en vías de confirmación- con trastornos de microcefalia en mujeres embarazadas y con el síndrome de Guillain Barré.
Los gobiernos de Estados Unidos y de varios países europeos lanzaron advertencias sobre los riesgos de viajar por las naciones afectadas y los avisos empiezan a producir efectos. En vísperas de la Semana Santa la industria turística regional comienza a resentirse con las cancelaciones de viajes y la decisión tomada por algunas de las más importantes aerolíneas, hoteles y cruceros de facilitarles la reprogramación de itinerarios y destinos a los pasajeros de alto riesgo. Las pólizas para garantizar las cancelaciones se están convirtiendo en rentable negocio, con un incremento en ventas para las aseguradoras por encima del 30%.
Sin duda, el pánico, los temores y las incomodidades no resultan buenos consejeros a la hora de buscar un destino turístico tranquilo y apacible. La alarma pone contra la pared a las economías latinoamericanas y en estos tiempos de crisis, cuando el repunte del dólar auguraba permitirles saborear las mieles de un sustancial incremento de sus flujos turísticos internacionales, les oscurece el envidiable cuarto de hora que podría sacar a flote sus alicaídas divisas.
Las notificaciones gubernamentales y la confusa información mediática vulneran la imagen de los países de la región, reviviendo la sensación de una peligrosa pandemia que posiblemente tampoco alcanzará a tener los alcances ni las complejas implicaciones que se interpretan. Fotografía semejante a la que se tomó durante la aparición del virus A(H1N1) que desencadenó un inusitado estado de paranoia, con un enclaustramiento mundial, en parte provocado -según se acusó en su época- por negligentes actitudes oficiales, desfasadas controversias desatadas por la propia OMS e intereses comerciales de ciertos laboratorios farmacéuticos.
Los gobiernos y sus organismos de salud deberán entonces meterle gestión al control de este problema que requiere de medidas prácticas y efectivas. Combatir el mosquito, estimulado en parte por el calentamiento climático, exige el liderazgo oficial en campañas de prevención y fumigación y en abastecimiento de medicinas y repelentes, pero también en concientizar a las comunidades para que asuman comportamientos responsables que contribuyan a ponerle el freno a los anunciados riesgos.
Mientras aparece una vacuna salvadora, los Estados no podrán cruzarse de brazos, a la espera, tal vez, de la llegada –al mejor estilo de la reencauchada serie Expedientes X – de los agentes Mulder y Scully, expertos en derrotar criaturas extrañas. Tendrán que darle la pelea al zika, esa contagiosa enfermedad viral transmitida por el mismo vector del dengue y el chikunguña, que se propaga por la región a la velocidad del Concorde.
gsilvarivas@gmail.com
