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Al mal tiempo

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Gonzalo Silva Rivas
04 de diciembre de 2013 - 12:14 a. m.
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Las adversas condiciones climáticas que por épocas castigan al país suelen hacer de las suyas con la infraestructura vial y los servicios aéreos

 Por eso no resulta para nada extraño que las últimas y fuertes lluvias hayan vuelto a sacar del cuadrilátero a la empresa Avianca, esta vez en su operación nacional.

El autentico caos que se vivió en el Puente Aéreo y que afectó de manera grave los planes de viajes de millares de pasajeros deja en evidencia la falta de planificación de las aerolíneas para sortear situaciones de crisis, y la vulnerabilidad de todo el sector, incluyendo a la Aeronáutica Civil, ante las permanentes contingencias que amenazan la adecuada operación aérea.

La insuficiencia de modernos sistemas de aeronavegación que faciliten despegues, aproximaciones y aterrizajes en escenarios de baja visibilidad, para contrarrestar los desafíos provocados por las inadecuadas circunstancias meteorológicas, compromete la regularidad del servicio y debilita la capacidad en el manejo del tráfico. La seguridad aérea y la falta de personal siguen siendo asuntos de urgente solución en la Aerocivil para sortear condiciones extremas, comunes en aeropuertos, como El Dorado, donde las operaciones son crecientes y generan saturación del espacio.

Avianca sigue jugando a riesgo al priorizar la flota sobre la nómina. En tanto que incrementa y moderniza su equipo, la planta de trabajadores se estrecha y el clima laboral se enturbia, tal como parece suceder tras la reciente negociación laboral sostenida con los sindicatos de pilotos. Es un hecho que el vencimiento del tiempo reglamentario de vuelo de algunas tripulaciones evidenció la carencia de personal de apoyo, y contribuyó a condimentar la contingencia del fin de semana.

Y como siempre sucede en estos casos, en Avianca también los protocolos de información fueron inexistentes; la atención personal que recibieron los pasajeros, precaria, y el tratamiento desconsiderado. Un indignante escenario que se ha vuelto normal en las terminales aéreas del país y que tiene que revaluarse para proteger los derechos de los usuarios, consagrados en normativas naciones e internacionales.

Resulta incomprensible que un par de aguaceros provoque colapsos de tan severas consecuencias sociales y económicas. Las autoridades deberán entrar a evaluar el nivel de preparación de los aeropuertos frente a los cambios climáticos, investigar los reales motivos de los últimos retrasos y cancelaciones, comprobar si las explicaciones dadas por la empresa justifican lo sucedido, y exigir las debidas responsabilidades. De no fijarse compromisos y preverse planes de contingencia, muy difícil será para los viajeros y turistas de fin de año ponerle a tanto mal tiempo buena cara.
.gsilvarivas@gmail.com

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